miércoles, noviembre 23, 2005

La Modernidad como pedagogía del abandono


Toda filosofía,
cualquier filosofía
es una antropología empírica.

Hipótesis


Estamos solos. Esta es la condición de posibilidad de nuestra existencia en la post Modernidad. La de estar solos, abandonados. El sabio Bauman nos habla del amor líquido, del que nos deshace como comunidad y acaba invertebrando también nuestras lenguas. El amor que se adapta al flujo de capitales. Desnudos y sometidos a las distintas infraestructuras que nosotros mismos producimos, gobernados por los poderes autoritarios y jerarquizados de la riqueza, nos abandonamos. Al poder de las grandes corporaciones, de los burbujeantes mercados financieros, de la política neoliberal más recalcitrante. Nos abandonamos como se abandonaron las generaciones deprimidas de los años ‘30 a la Europa Nazi. Al mundo globalmente deprimido.

Superficialmente, casi estéticamente, seguimos reconstruyendo la memoria histórica de todos nuestros múltiples Holocaustos. Aunque la pornografía sólo muestre múltiples orgasmos, seguimos estando solos. Solos y divididos. Individualizados. Deslocalizados. Precarizados.

¿No lo estaremos poniendo demasiado fácil para que se repita la Historia? Las guerras siempre han acabado convertidas en poemas, en canciones, en onanismos hollywoodienses. Tantas muertes, decimos siempre cuando estudiamos las guerras, cuando las declaramos. Y sin embargo no somos capaces de reconocer, de imaginar, atrofiados por tanta imagen, a dónde nos está llevando la insensatez generalizada. Eludimos la responsabilidad de la complicidad. Del no hacer nada. Del sistema. Y seguimos sin despertar de esta diversión preprogramada. Aburrida.

Hay días en que creo que me he quedado solo yo también, y que ya nadie lee los periódicos en sus ciudades. Las opiniones. Lo que los griegos llamaron doxa y le otorgaron el difícil reto de deliberar sobre lo contingente. La opinión consensuada con la realidad. Con los demás. Hablando. Al menos aquella realidad que somos capaces de imaginar. A la que nos aproximamos tímidamente siempre tras pequeños fracasos. Puede que estemos hablando de aquel sueño de la protohistoria, de una sociedad sin clases, del paraíso perdido, o de poder vivir sin matarnos.

La Modernidad ha sido una pedagogía del yo demasiado asfixiante para Occidente, exportada a todo el mundo, y ahora, se hace necesario declarar una segunda Modernidad. Salir de nosotros. Ampliar el vocabulario sin excluir a nadie. Todavía no hemos conseguido salirnos del cartesiano yo para fundar un gran tu. Un nosotros. Más global y más sano.

La filosofía enseña grandes cosas; la amistad, la philia, el saber, la sophia. Palabras grandes escritas en cursiva. Pero el saber que deberíamos practicar, es aquel que tiene los pies en el suelo. Que no vive en mundos virtuales. Que no se distrae. El que observa, duda y decide. Que aprende de las experiencias pasadas, modificando las capacidades cognitivas y poniéndolas en práctica. Conociendo y ampliando nuestros límites, dentro de lo humano. Abiertos pero limitados.

Claro que hablar de amores líquidos en tiempos de guerras civiles parece lo más natural del mundo en este espectáculo continuo mediatizado que todo lo permite. Todo lo subsume. El todo vale. La Mentira como velo de Maya.

El sociólogo Beck nos habla también sobre el amor, y el abandono que sufren los niños atrapados en sentimientos tan poco nobles como son los celos y el odio de sus padres. Los que se casan para divorciarse. Los que consumen relaciones. Padres que abandonan a sus hijos por imperativo productivo, y porque la incorporación de la mujer al trabajo se ha tomado como excusa para bajarle el sueldo a las familias. Niños educados a la soledad. Juan jugando con la play del padre. Alguien que se duerme mirando la tele. “…El amor es una especie de rebelión, una forma de ponerse en contacto con fuerzas para contraatacar la existencia intangible e ininteligible en la que nos encontramos…” nos recuerda Beck.

En la Modernidad nos abandonamos al prometeico progreso. Dejamos a un lado a Dios para olvidarnos de nosotros mismos. Fundamentamos, criticamos, sospechamos y finalmente aniquilamos a la Razón. La capacidad de emitir juicios razonables. De la razón geométrica a la nada. Al Nihilismo. A la tecnología como fe. A la ignorancia.

lunes, noviembre 21, 2005

Guerras civiles y refugiados

“...El hombre, esa cosa extraña entre todas las cosas,
no es aquello que debe ser superado, sino preservado
y en primer lugar contra sí mismo;
que el superhombre es lo que más se parece a lo inhumano...”

Pensamiento aristotélico.


Seguimos precipitando el malestar en este mundo que ya es demasiado distinto de los otros mundos que conocimos. La inmediatez a la que nos someten las nuevas tecnologías de la información nos permite vivir el cambio de siglo de forma instantánea. Ya estamos –y nos sentimos de esa forma– en una nueva era donde las viejas categorías han dejado de explicarnos la realidad. Algunas veces por el abuso indiscriminado que el poder hace de los conceptos para vaciarlos y reconvertirlos en armas de desinformación masivas. Otras veces, simplemente las palabras caen en el silencio por sí mismas, desgastadas por el roce diario del vivir en lo que fluye. Vivimos en un “aquí y ahora” global que transforma la conciencia de nuestro estar en el mundo, y desde esa conciencia todo sigue cambiando.

En esta era transnacional, envuelta en palabras nuevas y permanentes guerras civiles, convertimos nuestra frágil condición de ciudadanos en la espantosa realidad del refugiado. Civiles aterrorizados por los cuerpos de seguridad y ejércitos privados que defienden los intereses de las grandes corporaciones. Aterrorizados también por ataques suicidas indiscriminados, muertes selectivas o por la furia de la Naturaleza. Por el azar que desvela realidades incluso sociológicas. Y bajo estas condiciones hemos de ser prudentes.

Todos estamos en éxodo porque todo se mueve, y el colapso de la modernidad nos convierte en hombres sacrificables. Quizá algún día lleguemos a presenciar la caída del muro de Washington, un muro que a diferencia del de Berlín se esconde bajo los paraísos artificiales que produce el capitalismo. Algunos dicen que el capitalismo no tiene autor ni argumento. Es lo anónimo y limitado en cuanto a las responsabilidades, pero ilimitado en cuanto a las posibilidades de riqueza. En sibilino consenso crea fronteras para separar los que sacrifican de los que son sacrificados. Un Reich que sigue decidiendo quién se ahoga y quién no. Poco importa si es en los mares para llegar a tierra o en la misma tierra inundada por la miseria.

Bajo esta intemperie necesitamos una Europa sabia, que apueste más por el hombre prudente que por el hombre únicamente hábil. Una Europa crítica con la experiencia política que se está llevando acabo desde EE.UU., y que coopere más con el mundo latinoamericano que con las insensateces del neoliberalismo conservador en manos de los Nerones de siempre. Porque ya hemos visto arder demasiado odio y demasiado mundo.

Hay también un frente civil estadounidense que empieza a resistir a la Fuerza Ocupante del Capitolio. Liderado por madres que quieren a sus hijos y también a los hijos que matan sus hijos. Empezamos a ser demasiados los que nos resistimos a la idea de dejarlo toda en manos del “libre” mercado. De la lógica financiera y de los que reparten el juego. La muerte, la vida, la libertad, todo, no puede ser privatizado. Desmembrado. Desechado. Consumido.

Hablar de Europa ahora, es hablar de revolución. Porque, ¿cuándo estalla una revolución? ¿Cuándo se lanzan piedras a los relojes o se incendian coches para detener al ángel de la Historia? Hablar de revolución, si por ello entendemos dar un giro sobre nosotros mismos, no nos debería dar tanto miedo. Sobre todo en unos tiempos donde hay que reformarlo todo, hasta la identidad. Dar un valiente giro para establecer una verdadera Alianza de las Civilizaciones, también entre aquellas que habitan dentro de nuestras sociedades, de nosotros mismos, para pensar en lo posible. Para hacer política. Porque lo queramos o no, somos cosmopolititas, habitantes de un mismo caos que imaginamos haber globalizado. Dentro y fuera de nuestras fronteras.

El concepto de frontera siempre definió nuestras identidades. Europa ha ido aprendiendo a situarlas en cada uno de sus conflictos identitarios. Heridas con las que, desde los bárbaros del Imperio Romano hasta los protestantes y ahora pobres del Imperio Capitalista, Europa ha ido dibujando sus fronteras. Pero la frontera está implosionando delante de nuestras narices, y empieza a mostrar qué identidad estamos constituyendo. En Palestina, en Irak, en el mundo. Se tiñen de negro nuestras costas del sur, nuestro inconsciente, y seguimos gestionando cada vez más lugares de excepción. Agujeros negros. Ahora, la periferia del cartesiano corazón europeo también es una excepción. Refugiados de nosotros mismos –algo que parece difícil de entender-, en la contingencia más absoluta de los desastres medioambientales y humanos que también nosotros mismos causamos. Como la mariposa del caos.

Sólo el hombre prudente debería sacarnos de este lío. El hombre que no utiliza sus disposiciones con avaricia. La prudencia política y la del ciudadano aristotélico. La del que predica y practica sus juicios y sus pasiones. La del que delibera.

No a una Europa Imperial que defienda junto a EE.UU. las lógicas del capital de ficción. El amor líquido. Sí, y discutamos sobre el cómo, a una Europa confederada por distintas identidades que comparten y se responsabilizan de su bienestar. Nunca se dijo no a Europa.

Es la prudencia la que deberíamos ejercer. Por nuestro bien.

lunes, octubre 24, 2005

La izquierda de Zapatero

La polémica desatada a raíz del nou Estatut catalán nos está haciendo reflexionar, a modo de segunda transición, sobre la esencia del Estado y sus conflictos en pleno siglo XXI. La construcción social de una única y falseada identidad colectiva española no ha hecho más que empobrecer nuestra mayor riqueza: la diversidad cultural. Puede que el presidente Zapatero, con sus ideas republicanistas a la Petit, haya visto con más acierto que nadie la oportunidad que representa poder resolver dignamente una realidad territorial que de algún modo contiene la experiencia de uno de los conflictos que más nos harán discutir en este confuso y globalizado planeta, la inmigración y el multiculturalismo.

También la falsificación del folclore y la cultura andaluza, sirvieron para empobrecer (y someter) a una sociedad a la que se le negó la posibilidad de identificarse con su auténtica esencia, secuestrada por unos intereses nacional-católicos para construir una presunta identidad nacional. Así lo expresan al menos algunos representantes de esta espléndida, milenaria y exquisita cultura arraigados en Catalunya en un interesante libro titulado Els altres andalusos.

No es casual que en Catalunya la fuerte inmigración andaluza haya fomentado un intercambio cultural entre identidades colectivas distintas, y haya generado una experiencia sociológica muy rica en fenómenos del todo contemporáneos. La lejanía, la mirada en la distancia, es la que desencadena la búsqueda del origen. El conocimiento de lo que somos. También se equivoca el género masculino cuando se apropia de la identidad femenina, y de su construcción social, para empobrecer la mirada a la primera diferencia existencial que experimenta el hombre. Demasiados ejemplos teñidos de violencia lo confirman.

Seguramente el profundo letargo vivido por las distintas culturas que cohabitan en España esté llegando a su fin, justo en el momento en que empezamos a descubrir nuestra posición geoestratégica en un mundo en el que nos ha tocado ser frontera entre la utopía capitalista neoliberal y la pobreza. Un curioso espacio de reflexión sobre cómo convivir con la diferencia.

Desatascar las obstruidas tuberías de nuestra Constitución no es tan mala idea, Sr. Zapatero, en un mundo donde lo local y lo global van de la manita. Liberar (que nunca será lo mismo que liberalizar) las identidades de sus estereotipos, permite conocerse libremente, y conocer libremente al otro, al distante, al distinto. El neoliberalismo no ha dejado de construir muros y fronteras para separar personas. Ceuta, Palestina, México. Cada vez hay más poblaciones gestionadas bajo la inhumana condición del refugiado. Todos podemos ser seres sacrificables por una guerra, por la violencia de Estado o porque tenemos hambre después de un huracán -el ojo del Katrina nos enseñó a ver de ese modo-.

Claro que habrá que retocar la Constitución, quizás para resolver los nuevos y viejos conflictos multiculturales que siguen apareciendo en nuestra sociedad. Dicen que la Italia que late por la izquierda aplaude las decisiones zapateristas (no confundir con zapatistas). Este fin de semana, uno de los presentadores más carismáticos de Italia, Adriano Celentano, también le hizo un guiño de complicidad a la manera de hacer de Zapatero. Si se siguen estrechando los lazos que nos unen al mundo latinoamericano, puede que se consiga liderar una nueva manera de representar otro mundo posible. Algo más a la izquierda que Blair, e inaugurando una nueva vía por la que encaminar a esta Europa tan necesitada.

La política es el arte de lo posible.

lunes, julio 25, 2005

El trío de los horrores

“Los hombres se sirven de las palabras para ocultar sus pensamientos y de los pensamientos para justificar sus injusticias”

Voltaire

Han vuelto y seguirán cayendo las bombas sobre nuestro bienaventurado progreso mientras las oligarquías democráticas occidentales declaran piadosas guerras infinitas en nuestro nombre, pidiéndonos además que continuemos sujetos a la vida como si nada. Ellos hacen alarde de sus dispositivos de emergencia una vez ya se ha precipitado la muerte. La seguridad entonces, aparece en forma de helicópteros, policías y ejércitos, simulando controlar y reestablecer un orden imaginario, virtual, para que todo el mundo pueda y deba seguir caminando hacia su oficina. Los familiares de los afectados ya disponen de un teléfono de información centralizado donde serán eficientemente consolados. Como engranajes de un sistema maquinal, los recursos humanos estropeados serán substituidos por otros que tuvieron más suerte y no compraron los desafortunados billetes de los trenes y autobuses ensangrentados.

La producción no puede parar y debe seguir garantizando la maximización de los beneficios empresariales y la reducción de los costes y salarios para ser cada vez más efectiva, más ágil, y aplastar definitivamente al enemigo. Hay que continuar con la labor de facilitar las concentraciones de capital desresponsabilizado para que éste decida por nosotros intervenir en casas y vidas ajenas, apoyando regímenes autoritarios, deshaciendo sociedades civiles bien organizadas, o implementando democracias de papel mojado para seguir apropiándose de los recursos. Hay que aplastar al enemigo, dicen, que no comparte nuestros valores. Pero, ¿quién es nuestro enemigo? ¿Irak? ¿Afganistán? ¿Palestina? Y sobre todo, ¿cuáles son nuestros valores?

Nueva York, Madrid y Londres, como piezas de un puzzle desencajado, representan el bien ultrajado por aquellos bárbaros que no comparten la libertad y la democracia occidentales defendidas con bombas de racimo, arsenal químico, torturas y humillación. Las narrativas históricas que se están escribiendo permiten que en nuestro horizonte de expectativas aparezcan como posibilidades reales ataques cada vez más desesperados, ataques más mortíferos, más masivos. El espectáculo del terrorismo internacional, perversamente utilizado como cortina de humo para desacreditar a los legítimos movimientos de resistencia, y financiado finalmente también por oscuros capitales transnacionales, continúa augurando nuevos métodos para sembrar el terror necesario y hacer caer al gran gigante de los pies de barro. Y es que el barro está en todas partes. En las declaraciones de Bush tras los atentados de Londres recordándonos que mientras “nosotros” trabajamos para solucionar los problemas del mundo, “ellos” cometen actos criminales contra inocentes. El barro estaba en el engaño desesperado de Aznar y en los discursos del último Blair victorioso, asegurando que nada tienen que ver con los atentados las intervenciones militares de la coalición.

El barro estaba ya presente en las políticas intervencionistas en Medio Oriente de los ’60 que acabó con la posibilidad de una unión laica del mundo Árabe, en las petromonarquías aliadas de los EE.UU., y en los pies de un joven Bin Laden financiado por la paranoia anti-comunista norteamericana. En las Azores no se hizo más que revolcarse en el barro de la mentira y salpicar de sangre a víctimas inocentes mucho más desamparadas que todos nosotros juntos.

Hay que atreverse a decir las cosas por su nombre, a mirarnos en el espejo de los horrores que hemos esparcido por el mundo, y condenar por igual los crímenes que se están cometiendo en estas nuevas guerras asimétricas que reparten muerte sólo entre aquellos más débiles. Aquellos que nunca tienen beneficios. Ciudadanos que, aturdidos por ondas expansivas, diseminados entre dolor y sufrimiento, salen de bajo tierra, o de un hospital bombardeado, cristianos o musulmanes, recogen sus escombros y dan gracias a su Dios de seguir con vida.

Hay que atreverse a denunciar a los que cada vez nos representan menos y nos convierten con sus palabras y acciones en posibles víctimas tanto del terrorismo internacional como del terrorismo de Estado que, en nombre de la seguridad y recortando cada vez más nuestras libertades, puede hacernos desaparecer de la noche a la mañana para ser debidamente torturados en un centro de detención deslocalizado en Siria, Egipto o Guantánamo.

Que quede claro entonces que no nos atacan ni por lo que somos ni por nuestros valores, sino sencillamente por nuestras acciones.

lunes, junio 13, 2005

La técnica como prótesis

I



“Los hombres se han convertido
en herramientas de sus herramientas.”


Observación de Thoreau.



La pregunta

Preguntar por la técnica es sin duda preguntar también por el hombre. Es adentrarse en el pastoreo del ser y atreverse a transitar de nuevo por el siempre actual discurso del Humanismo. Esa infinita carta repleta de esperanzas intemporales en forma de Cultura. La técnica como aletheia poiética y más tarde estructura de emplazamiento (Ge-Stell) es condenada por el hombre a agujerear a la Naturaleza. El acto humano poiético singular y no automatizado es el que se vale de la techné para que surja lo nuevo y no lo re-creado o re-producido. Probablemente toda técnica produce una segunda Naturaleza. También un poema lo hace.

Son las centrales eléctricas, los pozos petrolíferos, la energía atómica, también la fábrica, la escuela, la imprenta, la cultura de masas, lo que implanta una lógica que convierte la técnica en prótesis. La tecnología aparece como estructura de emplazamiento de lo humano que provoca a la Naturaleza para re-presentar o re-producir, incluso hasta la saturación, otros objetos post-naturales. Objetos que a su vez deberán ser solicitados por economías crecientes, como si de un imperativo categórico de la modernidad se tratara, siguiendo siempre esas mismas lógicas reducidas[1]. Objetos que, bajo las formas de producción y solicitación (marketing, publicidad, propaganda) capitalista, continúan provocando a la Naturaleza mediante sistemas cada vez menos respetuosos con lo orgánico. De este modo, todo lo producido (reproducido, representado) bajo la las lógicas modernas de nuestras actuales y estrechas estructuras de emplazamiento, se convierte en una prótesis experiencial que altera lo humano. No son meros instrumentos, objetos o mecanismos externos a los cuales podamos decidir recurrir. Más bien se constituyen como prótesis mecánicas que, con la incorporación de las nuevas tecnologías de la información, nos convierten en auténticos cyborgs.

Heidegger nos advirtió que preguntar por la técnica no era simplemente preguntar por lo instrumental, también era preguntarse por la experiencia humana existencial con la técnica.

Del mismo modo que lo social como comportamiento y forma de vida es pre-humano, también la técnica-tecnología lo es. Basta pensar en la genética que mediante sorprendentes mecanismos químicos produce la misma vida. Esas técnicas-tecnologías son pre-humanas y es justamente ahora, cuando se empiezan a desvelar las lógicas de la vida, que el hombre vuelve a replantearse la pregunta por el uso que hace de su razón técnica. Con la muerte de Dios (¿quizás siempre prematura?) todo está permitido, se nos abren todas las posibilidades, pero también debemos asumir todas las responsabilidades que nuestro actuar técnico produce.

La conferencia que Peter Sloterdijk pronunció bajo el nombre de “Normas para el parque humano”, y que fue utilizada por la Alemania bien pensante representada por Habermas para generar un auténtico escándalo en relación al mismo Sloterdijk, pretendía fijar la atención justamente sobre la responsabilidad ineludible del hombre en el uso de todas aquellas antropotécnias[2] que, de forma cada vez más conscientes, ya hemos ido aplicando a lo largo de la historia. Todo humanismo exige una metafísica de lo humano, y es en este punto donde Heidegger nos sugiere ese ascetismo meditativo capaz incluso de desplazar del centro al ser humano para llevarlo a la peculiar relación de cercanía que caracteriza ser el vecino del Ser.

La experiencia de la técnica no debería ser tomada tan irresponsablemente como parece que la modernidad impone como sello de identificación. La Razón instrumental puede ser considerada como la divinización de las estructuras de emplazamiento que deben llevar al hombre (de forma destinal) al progreso, delegando cualquier responsabilidad humana y llegando incluso a banalizar el mal, tal y como nos lo relató Hanna Arendt.

La técnica nos relaciona con la realidad.


Sobre orquídeas y burbujas

Las condiciones orgánicamente necesarias para relacionarnos y existir dentro de la gran tecnología de lo vivo, deben conocer y respetar la realidad del entorno. Lo redondo, la esfera, las burbujas, son formas que hablan de lo íntimo, lo interior, y la frágil relación con su entorno.

Del mismo modo que la orquídea necesita de las condiciones adecuadas para llegar a ser orquídea, el hombre, y más concretamente el hombre posmoderno, habiendo aceptado la responsabilidad de poder arrancar de la realidad y desocultar de lo no presente, debería relacionarse con la técnica a fin de garantizar también las necesidades de su hábitat.

Porque siempre habitamos una casa, desde lo individual hasta las diferentes colectividades que, utilizando técnicas sociales, sueñan en un mismo progreso. El desafío de lo humano a la Naturaleza radica en poder ejercer la voluntad para relacionarse con ella mediante sus saberes y habilidades técnicas. El hombre se relaciona con la Naturaleza (y porsupuesto con el lenguaje y lo social) mediante sus saberes técnicos, y ese uso exige una responsabilidad. Nos encontramos en el ámbito de la razón práctica.

En una famosa carta, Thomas Mann intentando explicar lo que le estaba ocurriendo al idioma alemán bajo el Reich (Riqueza) de Hitler escribe:

Grande es el misterio del lenguaje; la responsabilidad ante un idioma y su pureza es de cualidad simbólica y espiritual; responsabilidad que no lo es meramente en sentido estético. La responsabilidad ante el idioma es, en esencia, responsabilidad humana [...] ¿Debe guardar silencio un escritor alemán, que es responsable del idioma porque lo usa cotidianamente, guardar absoluto silencio ante todos los males irreparables que se han cometido y se cometen día tras día, especialmente si ello tiene lugar en el propio país, contra el cuerpo físico, el alma y el espíritu, contra la justicia y la verdad, contra la humanidad y el individuo?

Es desde esta posición de vecindad que el hombre debería cuidar al Ser. Responsabilizarse de su producción y re-producción en el entorno que lo acoge. Vigotsky nos recuerda que, antes de que el hombre pueda habitar el lenguaje y pueda constituir su burbuja de individualidad, antes decimos, es un ser PRE-individual que habita dentro de una resonancia constante y necesaria con su entorno. Necesariamente somos seres sociales antes de iniciar el proceso de individualización. También Sloterdij resalta la característica neoténica de la especie humana, y como dilatamos nuestros procesos de aprendizaje antes de llegar a ser individuos adultos. En ese tiempo, nuestro órgano lingüístico, capaz de generar gramáticas autogenerativas, se entrelazará con el entorno para fundamentar la casa lingüística del Ser. La piel humana del lenguaje.

En esta co-deriva ontogénica en constante epigénesis con el entorno[3], establece el hombre sus costumbres, entrelazándose emocionalmente con comunidades consensuadas y acumulando material histórico en forma de ruinas tras cada catástrofe. El uso por parte del hombre de la técnica moderna, en una cultura demasiado contaminada del más puro mecanicismo cartesiano, ha acabado de someter al mismo hombre, como Thoreau anunciaba, bajo una gigantesca prótesis donde se confunde lo orgánico con lo inorgánico. Donde la experiencia de lo humano se convierte en experiencia anti-humana.

Si nos sometemos a la exigencia de pensar la técnica como prótesis, nos daremos cuenta de que el uso que hacemos de ella nos está precipitando a la uniformización mediante una acelerada extinción de lo múltiple. A modo de espejo mágico, la técnica proyecta lo que el antropólogo Claude Lévi-Staruss atribuye a la especie humana cuando dice que desde su aparición no ha hecho más que destruir la diversidad, y que por esa misma razón desaparecerá. También Freud, desde otro vocabulario pero con parecido pesimismo, dirá que la consumación de la libido está en la muerte. Una gran quietud volverá a la creación cuando la vida vuelva a la condición natural de lo inorgánico.

Quizás todo dependerá de si realmente creemos en nuestra voluntad para relacionarnos con la realidad, y asumimos la responsabilidad del uso de nuestra razón técnica para que crezca del peligro aquello que nos salva. Un hombre sin atributos, como el de Musil, sin rostro como el de Pico della Mirandola, siempre a la deriva de lo post-humano, abierto, con la capacidad de modelarse según el modelo animal o divino, y sin olvidar el ideal griego que ya sospechaba que el hombre, “...esa cosa extraña entre todas las cosas, no es aquello que debe ser superado, sino preservado y en primer lugar contra sí mismo; que el superhombre es lo que más se parece a lo inhumano...”[4].

El hacer humano produce una existencia humana, una casa. Nos compromete, como Sartre escribió, en la existencia colectiva como humanidad, y en la existencia individual del yo. Ahora ya sabemos que no todo es existencia, también nuestra esencia ontogénica tiene su importancia, pero dentro de esos límites biológicos se constituye la posibilidad de utopía que nos hace humanos. Burbujas utópicas en constante readaptación con la realidad.


II

“El dominio de la naturaleza, así lo enseñan los imperialistas,
es el propósito de toda técnica.
Pero, ¿quién podría confiar en un maestro que, recurriendo a una palmeta,
viera el propósito de la educación en el dominio de los niños por parte de los adultos?
¿No es la educación, ante todo, la organización indispensable de la relación entre las generaciones y, por tanto, si se quiere hablar de dominio,
el dominio de la relación entre las generaciones y no de los niños?
Lo mismo ocurre con la técnica:
no es dominio de la naturaleza, sino dominio de la relación entre naturaleza y humanidad”

Walter Benjamin, 1926.


El poder y la técnica en la posmodernidad

La globalización ya soñada por la modernidad, hizo de la colonización una sofisticada técnica para concentrar poder. El espacio como recurso, tanto conquistado como fabricado bajo la forma de producción industrial, ha sido colonizado mientras se aprendía a fragmentar, reducir o ampliar el concepto mismo de tiempo. La fábrica postfordista, en la modernidad líquida[5], ya puede seguir produciendo indefinidamente.

La globalización hoy nombrada, posibilita la realización de ese sueño moderno bajo la dominación del sistema político-económico capitalista. Sin otro destino, una vez derrotadas todas las alternativas ideológicas, justamente vence aquella que, aparentemente, renuncia a proponer un sentido, una trascendencia. Detrás del capitalismo no hay autor ni proyecto. Esa también fue una de las grandes decepciones de la intelectualidad post-soviética una vez descubierta la alternativa[6]. Una alternativa que sólo habla de beneficios y costes, de privilegios y exclusiones. Un capitalismo tardío en plena revolución neo-conservadora que concentra poder y tecnología suficiente para seguir dominando y explotando, configurando nuevas estructuras de soberanía global que, de forma más o menos visible, empezamos a distinguir.

La vida desnuda y clasificada en nichos, en lugares construidos, es la que se gestiona en términos de poblaciones y la que es domesticada para favorecer la aparición de nuevas formas de concentración de riqueza. Nuevas clases sociales capital-tenientes que favorecen el desmantelamiento del Estado-Nación para reconfigurar nuevas formas de legitimación biopolítica supranacionales, transnacionales.

La desregularización del mercado y la pérdida de soberanía de los Estados-Naciones transforman las leyes escritas públicas en pactos más o menos privados. Pactos que ya afectan a la legitimidad de nuestras posmodernas democracias de mercado, en un mundo gobernado por tiranos, oligarcas y demócratas. Puede que sea ahora, en plena cruzada democrática, el momento de recuperar las categorías que Aristóteles utiliza para llegar a considerar la democracia también como una forma de poder ilegítimo.

Pero el poder y la tecnología en la posmodernidad están en todas partes. También lo sabe el terrorismo internacional cuando es capaz de utilizar un móvil e internet para ensangrentar trenes. Si nos organizamos como sugiere Noam Chomsky, y usamos el empoderamiento que actualmente, y también mediante las nuevas tecnologías, disponemos, podemos cambiar las cosas.

En Italia, la práctica y la teoría elaborada durante el movimiento del operativismo en los ’60 y ’70, han ido forjando ideas útiles para entender las nuevas formas de producción postfordistas. Conceptos rescatados de Marx como la idea de General Intellect, pueden sernos eficaces para vertebrar formas de resistencia o disidencia frente a las lógicas del capital, tal y como hacen Negri o Paolo Virno. También Agamben, desde otras perspectivas más teóricas, ha colaborado en repensar la filosofía política de la modernidad, reflexionando sobre el Estado de excepción, o sobre conceptos como movimiento o pueblo.

El reloj de arena ecológico se está quedando seco, y la crisis de la Globalización, que es también una crisis en las representaciones del poder, hace necesario un giro sobre nosotros mismos. Un cambio en nuestras disposiciones para tomar conciencia de la inhumanidad de nuestras prótesis. Hay que dotar a la multitud de nuevas formas de protesta para que pueda defenderse de los abusos de un poder soberano que excluye al ciudadano de la vida política. Un poder que mediante el Estado, la guerra o la violencia convierte al ciudadano en individuo sin derechos y lo coloca en una nueva realidad caracterizada por la condición de exclusión. Hombres vaciados de significado, sacrificables.

Auschwitz e Hiroshima, auténticos paradigmas de la modernidad, sirvieron para perfeccionar las tecnologías del poder disciplinario y regulatorio sobre poblaciones adoctrinadas para producir, odiar y negar al otro. No son muy distintas las técnicas que se aplican al lenguaje actual, cuando ideologías como el neoliberalismo vacían de contenido palabras como democracia, derechos humanos o libertad.

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[1] El mercado global del capitalismo líquido que se sustenta en la explotación crematística de las energías fósiles desaprovechadas bajo las lógicas del capital financiero-industrial, podría contemplarse como una enorme prótesis producida por el hacer humano.
[2] Normas para el parque humano. Peter Sloterdijk. Todos aquellos saberes técnicos que van desde el lenguaje hasta Internet pasando por la farmacología y la ingeniería genética.
[3] H.Maturana. La realidad:¿objetiva o construida? II. Fundamentos biológicos del conocimiento.
[4] La prudencia en Aristóteles. Pierre Aubenque.
[5] Modernidad Líquida. Zygmunt Bauman.
[6] Mundo soñado y catástrofe. La desaparición de la utopía de masas en el Este y el Oeste. Susan Buck-Morss

lunes, mayo 09, 2005

¡Hay que leer a Hélène Cixous*!



Mi vida es breve pero en ella habito pensando en todo lo que he hecho, en todo lo que he dejado, en todo lo que soy. Se es feliz si se es capaz de generar felicidad en nuestras breves vidas. Por contagio colaboramos en la pervivencia de la felicidad que siempre es común. Y por contagio extinguimos también la esperanza, el deseo de ser felices.

Pienso en los perros de tres patas y auguro comunidades infelices. Los perros de tres patas muerden porque son aquellos que han sido maltratados, aquellos amputados, olvidados. Aquellos.

Hay también colas de perros felices y estos contagian a su vez alegría. Perros alegres que alegran el día. En Faluya los perros tienen la rabia. También en mi vida habré colaborado a hacer infelices aquellos. Yo soy un fenómeno en un lugar, en un contexto. Burbujas de vidas breves hechas de soplos consensuados y entrelazados emocionalmente hablantes. Abiertos. Capaces.

Es siempre más difícil escribir fluido por culpa del miedo. El miedo nos impide, nos mutila. Hablamos con miedo en la inseguridad del que ya ha perdido el hábito de la escritura. Antes se escribían más diarios. Ahora se imprimen muchos periódicos. Siempre el mismo. El periódico lo escriben, es escrito, y escribe las lógicas históricas que servirán para interpretar los hechos. También pueden ser leídos los periódicos. Deben ser leídos para entender los movimientos del adversario. El enemigo de lo público es el capital al servicio de lo privado a costa de la multitud. ¿Y si despertase?

El sueño siempre fue el despertar. El advenimiento de un tiempo de libertad. Se escribe sin prever el final. Como la frase dicha. Haciendo uso de la voluntad. Pero sigue estando el miedo. La censura o la autocensura que es peor. Algún día nos acusarán de terroristas si todos llamásemos a nuestros amigos y colgáramos el teléfono al oír la señal. Compulsivamente. El empoderamiento de la multitud ya es una realidad. También se puede asistir a la fábrica posfordista, a la hora de cada día, fichar y declararse objetor de conciencia, a favor de los desfavorecidos, de los explotados. Negarse a telecomunicarse durante todo el día. A usar la tecnología para relacionarnos. Durante un mes si la causa lo merece. El capital no se desplaza si no se telecomunica. Y si se queda quieto se devalúa. La fábrica posmoderna se esfuma si no nos comunicamos.

En los periódicos se escribe que desaparecerán las Humanidades porque hay que adaptarse a la realidad. ¿Desde cuándo la realidad no es humana? En Bologna se está perpetrando un crimen, y la ONU, débil porque no tiene interés, no dice nada. Un trabajador que tiene un excedente de conocimiento es un trabajador frustrado. Hay que racionar el conocimiento. Por clases. Pagando.

Frases imposibles se escriben para convertirse en verdad. Verdad nublada, o más habitualmente verdad a secas. Dura. Construida a base de hormigón, que no es una hormiga gigante. Es la especulación. La que no nos deja vivir ni en apartamentos indignos. Desdignificados por la maximización de sus beneficios. Si nos emperramos en construir un mundo a base de minimizar los costes habitaremos un mundo de escombros. Un mundo que se hunde como el Carmelo de Barcelona. Como las bolsas en los cracks. Como los lunes negros en que los cuerpos se lanzan al vacío desde un edificio de cincuenta pisos porque se han arruinado.

Siguen naciendo niños que nunca llegarán a ser humanos porque la plusvalía de los caraduras no lo permite. Los bárbaros deshumanizados también sufrían bajo el Imperio Romano las guerras preventivas. Hay que crecer aceleradamente. Ya no basta la velocidad. La velocidad es relativa. La aceleración absoluta. Totalitaria. Acelerados no hay necesidad de sistemas de referencia. Se piensa menos. Y sin referencia quemamos abrasivamente los combustibles fósiles, como si de un ritual primitivo se tratara, y montamos carreras de Fórmula 1 para hacer pedagogía y publicidad de la velocidad, de la mentira, del olvido. Quemamos el mundo que nos acoge sin pestañear. Apretando un botón. El que tanto nos asustó en la guerra fría. Ahora hace más calor. En general.

¿Adónde vamos? Siempre a casa, escribió Novalis.
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* Ideas surgidas a raíz de la conferencia que Hélèn Cixous dio en Barcelona el 5 de mayo de 2005, dentro del ciclo “Disidencias” en CaixaForum.

viernes, abril 15, 2005

Movistar: la nueva lámpara de Aladino



“Atrápame, enséñame, diviérteme
acompáñame, conéctame, acaríciame,
gáname, ilusióname, desátame,
pídeme...
Estas cambiando tu manera de conectarte con el mundo, y Movistar cambia contigo para poner en tu mano la tecnología 3G
un nuevo mundo multimedia en el que poder ofrecerte siempre más.

Ahora pídeme.”

Movistar


Deberíamos prestar más atención a todo aquello que la propaganda vocifera de forma imperativa y sobre todo anónimamente desde las Sociedades Limitadas. Es cierto que quien habla en el anuncio no es más que una voz sin rostro, pero el mensaje que propaga es rotundo y claro.

Tengo la impresión de que los mecanismos de generación de las fantasmagorías contemporáneas que nos atan al mercado están aumentando su agresividad. La cantidad de impactos en los medios de comunicación masivos, las millonarias cifras que se reparten los mejores publicistas, el estilo cada vez más totalitario, y finalmente, el mensaje, deberían ser suficientes razones para fijar mucho más nuestra atención crítica. No olvidemos que todo este capital invertido acaba convirtiéndose en esas tecnologías del yo de las que hablaba Foucault y que acaban situando al hombre en un lugar en el que ejercer una fuerza.

En el relato anunciado nos encontramos con toda una serie de solicitudes imperativas que sitúan al consumidor en la más absoluta pasividad anhelante. Una vida incapaz de hacer experiencia propia y atrofiada por el consumo compulsivo de la experiencia enlatada. Frente a esa vida desnuda (nuda vita), la misma que no puede decidir su muerte, la voz sin rostro ofrece lo que una lámpara de Aladino del capitalismo rampante pueda re-producir. Lo único que debe hacer esa vida desnuda es ir cosificándose, adquiriendo su identidad mediante la falsa libertad dentro de la gran falta de libertad a la que le somete la oferta del mercado en nuestras democracias de dirección única. A veces nos cosificamos inorgánicamente, enterrándonos vivos en el corazón de un gran objeto, y otras, experienciamos mediante la tecnología, o sólo buscamos consuelo en las videoconsolas. Vidas aprisionadas en la virtualidad re-producida. La experiencia precocinada.

Heidegger nos advirtió que la experiencia con la técnica no se limitaba al estudio de los medios/herramientas y que debía ser tomada como toda una experiencia vital. Poco le hemos hecho caso.

El mercado adoctrina que la tecnología es divertida, sexual, amiga, y que debe ser usada a todas horas y sin ningún tipo de reflexión. Simplemente porque es lo más natural del mundo. Modificamos nuestras costumbres, comportamientos, hábitos, y nos sometemos voluntariamente a las lógicas re-producidas haciéndonos cada vez menos preguntas, pero eso sí, pagando.

A todo esto, la frenética música del anuncio ya nos ha ido bombardeando mientras aparecía en letras de gominola la nueva imagen de Movistar entrelazando la larga serie de anhelos que el individuo des-vivido y obediente comprará en el mercado tecnológico. La voz sigue dictando encíclicas y nos implanta en la mano la nueva tecnología 3G, haciéndonos cada vez más parecidos a la idea de cyborgs, mezclas de cibernética y organismo. De esa forma, cambiamos nuestra manera de conectarnos con el mundo, nos desconectamos del Mundo para participar en sucedáneos de experiencia ofrecidos por sistemas virtuales de menú. Nos desconectamos cada vez con más frecuencia del mundo analógico, asustados por la incertidumbre de la realidad, y nos adentramos en la aséptica virtualidad programada.

Ahora que conmemoramos a Sartre para rescatarlo del olvido, seguimos hablando poco de la idea de compromiso que toda elección conlleva. Elegir nos compromete con el resto de la humanidad y con nosotros mismos. Conectarnos con el mundo nos desconecta de él en nombre de un progreso fingido a base de explotación y exterminio. Consumimos más pornografía y hacemos menos el amor, dice un payaso global como Leo Bassi al explicarnos por ejemplo que la página de más audiencia en Internet es Playboy.com. No podemos hablar de progreso si no aceptamos también la idea de regreso.

Otra vez Heidegger nos recuerda citando a Hölderlin que:

“Pero donde hay peligro,
crece también lo que salva.”.

Este no es de ningún modo un discurso que niegue la tecnología, somos un homo habilis que habita con herramientas.

“...poéticamente mora el hombre en esta tierra”

lunes, febrero 28, 2005

La edad del cielo

“El hombre como entropía"


Hablar de la edad del cielo, que por cierto es una magnífica canción de Jorge Drexler[1], es hablar del tiempo. El tiempo está en el discurrir de nuestras narraciones. La Modernidad, obstinada en la colonización del tiempo, acabó provocando la crisis de los metarelatos dando rienda suelta a las sociedades para que contemplaran la posibilidad de fragmentar la narración. Este es el invento posmoderno que permite ya otro lenguaje que hace posible otro pensar. Un lenguaje sospechado por Nietzsche y deducido por los surrealistas, y por narradores y pensadores como Musil, Adorno, Benjamin, y también, mediante la crítica, el mismo Habermas. Porque fragmentar la narración experiencial es también fragmentar el tiempo. Del mismo modo que la industria del chip lanza los portátiles con multiprocesadores especializados en distintas narrativas, pensamos hoy en la edad global posmoderna.

Estamos capacitados para gestionar distintos tiempos. Tiempos privados y públicos. Los tiempos supranacionales, transnacionales, y locales. Tiempos de trabajo y de ocio. Incluso el perder el tiempo. La tecnología nos ha puesto al alcance de lo posible reducir o ampliar el tiempo de todas esas narraciones fragmentadas del sujeto. Algo así como la liberalización del eje tiempo. Y como toda liberalización (neoliberal) sólo al alcance del que lo pueda pagar.

El globalizado activo (para diferenciarlo del que padece la globalización) es aquel al que le es permitido usar (y permite que lo usen) las nuevas antropotécnias[2]. Éste es un término que intentaría abarcar todos aquellos saberes técnicos que van desde el lenguaje hasta Internet pasando por la farmacología y la ingeniería genética. Todo lo que nos modifica la percepción experiencial de la vida, y la misma vida. En estos términos, cada uno enlazados con nuestra cultura y posibilidad técnica/tecnológica habitamos el tiempo en el Mundo.

Pero no sólo el tiempo, el cielo también es globalizado y padece las inclemencias del hombre.

En forma de aire, de atmósfera, de clima, el cielo nos suplica (“¡por el amor de Kioto!”), un gesto de amabilidad. Parece claro que hemos de dejar de explotar la Tierra para expoliarle sus energías y desperdiciarlas hasta convertirlas en las amenazas más graves al elemento Aire. Agua, Tierra, Aire y Fuego, como si de los elementos de la filosofía antigua surgieran las palabras de la canción de Drexler: ”… no somos más que una gota de luz, una estrella fugaz, una chispa, tan solo, en la edad del cielo…”. Quizás entenderíamos más aquella bella metáfora científica para explicar la teoría del caos si substituyésemos la famosa mariposa y nos situáramos nosotros como los provocadores de entropía.

Lo antiguo y lo moderno se confunden en los tiempos que nos han tocado vivir. Como si de la Roma Imperial se tratara, aquella que convirtió en espectáculo la violencia, nuestras sociedades modernas vuelven a las lógicas de los clásicos Juegos Olímpicos y a sus Estadios, o a las más perversas Exposiciones Universales o Fórums, y a producir espectáculos violentos, nuevos Circos en forma de exaltados debates telebasura, videojuegos o cine hollywoodiense. La cultura de masas moderna como la cultura de masas de la Antigüedad tardía. La arena romana y la cultura de la violencia posmoderna.

Hemos vuelto a decir demasiadas cosas en esos estrechos Sí, No, o Voto en Blanco, que, como si de un estudio de mercado se tratara, Bruselas nos ha sometido para acabar de maltratar la idea de Europa[3]. Si miramos honestamente los resultados, parece claro que la mayoría de ciudadanos europeos se han inclinado por la reflexión. Algunos desde posturas más o menos cómodas, otros desde el convencimiento más profundo de que otro tratado podría aún vertebrar con más fuerza a esta Europa tan necesitada.
Vuelvo a escuchar las palabras de Drexler como si fueran las nuestras: ”Calma, todo está en calma, deja que el beso dure, deja que el tiempo cure, deja que el alma tenga la misma edad que la edad del cielo…”
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[1] En el CD Frontera. Jorge Drexler.
[2] Normas para el parque humano. Peter Sloterdijk. IDEA: Las últimas intervenciones del Papa Juan Pablo II podrían interpretarse como una antropotécnia que estabiliza a un Papa sin “voz”.
[3] Espléndida conferencia de George Steiner en el Instituto Nexus de Tilburg (mayo 2004).

martes, enero 25, 2005

W.Benjamin: Una poética de lo fragmentario

Sobre unas ideas surgidas en una conversación fumando hashish, “modificando las reglas del juego” como el Ulises de Kafka
“La totalidad es la mentira”
T. Adorno

“La realidad sólo puede comprenderse a través de sus extremos”
Krakauer
Yo soy posmoderno. ¿Por qué es esta afirmación posible?
Simplemente porque estamos viviendo bajo un lenguaje ya distinto de aquel moderno. Mucha de la filosofía que se ha escrito en esta dirección ha tenido la sospecha de que el lenguaje había sido descubierto. Lo descubrieron durante todo el S.XX los Totalitarismos (fascismo, estalinismo), y lo descubrieron los oprimidos gracias también a las palabras de algunos burgueses que consiguieron con sus teorías una auténtica práctica revolucionaria. El lenguaje fue descubierto tanto por las ideologías obstinadas en lo moderno del eterno retorno como por las ideologías nacidas en la crisis de la racionalidad moderna, iniciada por los que Paul Ricoeur llamó los filósofos de la sospecha. Lo que se inició en la ontología de la modernidad fue sufriendo un desgaste filogenético que permitió plantear la sospecha y, finalmente en la posmodernidad, la verdadera crítica a las ideologías y en particular al Capitalismo.

Dentro de estas coordenadas es posible pensar que el argumento de la catástrofe de la modernidad se ha estado escribiendo con la emergencia de un nuevo lenguaje posmoderno. Nacido también de aquello que empezó a ser silencio con el suicidio del joven Otto Weininger y ahora puede, gracias a las palabras que van más allá de las palabras, desde otra perspectiva, borboteando, despertar a la intuición. Benjamin actuaba como si el mundo fuera lenguaje. El azar lo introducimos al escoger el origen de nuestro sistema de referencia, luego todo es pura deducción necesaria.

Walter Benjamin y todo lo que sucede dentro de las críticas de las ideologías formalizaron un lenguaje que está siendo capaz de hacer aparecer (aletheia) de lo contingente (physis). Las palabras hechas carne (o simplemente escritas) están permitiendo al hombre posmoderno (global) una nueva posibilidad de pensar sobre la humanidad. Tanto los acontecimientos de la heterogénea actualidad como la teoría de la que disponemos hacen necesaria una praxis que puede ser sugerida escuchando el trueno producido por el rayo del Passagen-Werk.

Utilizaremos para este paseo la metáfora de la memoria como proceso necesariamente hecho de recuerdo y olvido. Los Pasajes son un cadáver de la modernidad que por su proximidad (fósil encontrado) delimitan una huella en forma de material histórico desencadenando el arte de la memoria. Son los ur-fenómenos que desechados se reencuentran en el arte de pasear por la historia del presente, para producir el despertar de la esperada protohistoria. La posmodernidad que Lyotard nombró, sin duda también está enriquecida por la incorporación que hace Benjamin del concepto de esperanza. Nada más europea, como dice Steiner en su espléndida “Idea de Europa”, debe ser considerada la esperanza junto a los distintos usos de la razón. Jerusalén y Atenas como la neópolis europea.

La tensión en Benjamin se alimenta de los chispazos que produce juntar el marxismo y la teología. Aquella teología que es hoy pequeña y fea, y que no debe dejarse ver en modo alguno. Es el enano jorobado maestro en el juego del ajedrez que guía al autómata del materialismo histórico. El mismo enano que sujeta al marxismo para que no se convierta en positivismo, y que es sujetado a la vez por el marxismo para que no se convierta en pura magia. Su óptica es bifocal y necesita de ambas percepciones para mostrar la imagen dialéctica.

No queremos decir que todo el lenguaje que estamos definiendo como posmoderno sea material lingüístico benjaminiano, pero quizás sí que su aportación ha sido fundamental para saber generar las metafísicas necesarias para desvelar también la fantasmagoría contemporánea del Capitalismo. Dentro de esta posmodernidad, y por lo tanto, incorporando también el discurso generado por la crítica al mismo concepto de posmodernidad (Habermas), hemos conceptualizado un alfabeto que, manteniendo la coherencia, trae consigo nuevos objetos.

Volviendo al coleccionista de Benjamin y a sus imágenes dialécticas, contemplemos desde sus tímidas lentes las constelaciones fotografiadas y que, a modo de anotaciones, “lenguajean” sobre el material histórico como si de material inconsciente se tratara. La fantasmagoría, aquella que se descubre bajo el método del paseante, el que no busca pero encuentra, como Picasso, aquello que se reconoce (remembranza), sigue siendo la misma alienación que ahora permite nuestra ensoñación, sólo que ahora disponemos de un lenguaje capaz de mostrar el engaño del eterno retorno de lo siempre nuevo, tal y como lo entendía Benjamin. Puede que sea éste el motivo por el cual el discurso contemporáneo se esté focalizando tanto en la ética. Una vez que existe el lenguaje es hora de preguntarnos de nuevo: ¿Qué debemos hacer?

Desde el punto de vista del historiador materialista (y del Ángel de la Historia), Benjamin define un proyecto donde intenta mostrar y narrar un método de “anotar” los fragmentos históricos encontrados también por el azar del que pasea (después de largas horas de estudio en su casa-biblioteca de París), para que el advenimiento mesiánico, aquel que es capaz de plegar el pasado en el presente, pueda superar la catástrofe incorporando el concepto de esperanza. Para superar la dialéctica Hegeliana propone su dialéctica de la mirada. El giro copernicano de nuevo vuelve a ser importante. Para Hegel y para el historicista, la síntesis está más cerca del Estado (del Todo) que del individuo (lo fragmentado, la multitud), y no permite rastrear la huella del pasado. Es una historia del forzado recuerdo que los protagonistas escriben tras la victoria y el olvido de los que han sido derrotados. Esta es la historia que cuenta el historicista.

Benjamin se sitúa en la subjetividad de la historia para rescatar el concepto proustiano de memoria involuntaria. La mirada de Benjamin y sus primeras piezas de colección (los Pasajes, el flâneur, la prostituta, …) sin duda han contribuido a iluminar nuestro saber. Hemos aprendido a rastrear en esa memoria con todo el saber sobre el olvido que Proust nos legó, y ahora, sobre las imágenes dialécticas de Benjamin, todos nos hemos convertido en Ángeles de la Historia.

Vivimos ahora más que nunca esa sensación de “durée” de la que hablaba Bergson, al menos los que hayan incorporado a su lenguaje la mirada dialéctica y el materialismo histórico de Benjamin dentro del discurso posmoderno.

Ahora que estamos detenidos, inertes, entre el presente y el pasado, ahora que ya está suficientemente desarrollado el lenguaje para pensar en lo global, es la hora de la voluntad.

lunes, enero 24, 2005

Cowboy asustado

Puedo imaginar al emperador de Estados Unidos como un antiguo cowboy asustado por lo distinto del indígena. Ante lo inexplicable, aquello que no tiene nombre, nos asustamos porque queda fuera del alcance de la comprensión. El lenguaje sobre el que pensamos y podemos darle significación al miedo de lo distinto (de lo indistinto), es un organismo lingüístico con capacidad de engendrar palabras. Pero este organismo maravilloso que nos cubre a modo de piel es también nuestra Cultura.

Admitamos que estamos en un mundo en el que el control de los recursos y la industria energética sustenta toda la oligarquía del Capital, y que nuestro emperador Bush está asustado porque su cultura en forma de Civilización no le alcanza para representar la realidad. Bajo esta constelación, la imposición de atacar a Irak no es más que el gesto de la Civilización contra la Cultura.

No hay nada más que mostrar de lo que ya muestran las fotografías en los periódicos. La representación Imperial del tardío racionalismo moderno, con toda su simbología totalitarista hollywoodiense (las estrellas). El púlpito, las banderas, las escaleras y el orden militar, el poder y la risa. La Totalidad es la mentira decía Adorno. Y la mentira vestida de verdad también era legitimada por un público escogido, el verdadero pueblo escogido por el Capital, que desde una andamiada platea aplaudía hipnotizado el único pensamiento.

Todo puede teñirse de negro ahora que el militar estadounidense será condenado por Condoleezza.

“PROMETO DEMOCRATIZAR OTROS PAISES PARA QUE SOBREVIVA LA LIBERTAD EN E.E.U.U.”
** nota: el binomio libertad-democracia está oscureciendo el significado de libertad-justicia

Palabras impuestas por la libertad dentro de la gran falta de libertad a la que está condenada nuestra cultura y nuestra lengua. George Steiner, al hablar de la idea de Europa, se refiere a aquel lugar geográfico (topos) donde se pasea una cultura que ajardina su naturaleza. Puede que la realidad europea no sea tan bucólica como la representa el culturalista Steiner, incluso si sólo nos referimos al jardín como Cultura. Pero Steiner se refiere al “valor de la Cultura” y no a “la cultura del Valor”. Puedo explicarme ahora porque José María Aznar se encuentra mucho más cómodo en el púlpito de Georgetown que en un céntrico y europeo café de Madrid.

El Capitol y el Capital, los neocon y los neoliberales, tecnologizados, se funden para producir toda la fantasmagoría del capitalismo líquido. Basta con pensar en el nuevo anuncio del Banco Santander Central Hispano y en su forma de trailer (TV-Cine) que sin duda atravesará los domicilios de los neo-burgueses con sus home-cinema recién comprados e instalados, y les convencerá para que inviertan sus ahorros en el mercado global de las finanzas. Ahora nos prometen que todos seremos propietarios-accionistas de una voluntad y acción que cada día es mas desregularizada y desresponsabilizada. Hablamos de sustituir la justicia de la ley (-ius-, legítimo) por la justicia del mercado. La ley es pública y se escribe, en el mercado desregularizado imperan otro tipo de leyes (legitimaciones) que no son escritas porque son privadas. En el anuncio se relacionan también de forma explícita (morbosa) e impúdica las tecnologías usadas en las nuevas guerras posmodernas y las que se usan para la ingeniería financiera.

Toda la razón siempre será una parte de la verdad. De este punto parte la misma modernidad para tomar distancia frente a lo divino, pero la divinización de la técnica, de la tecnología, fue la que trajo la razón instrumental y los sucesivos y contemporáneos Auschwitz.

Durante estos 60 años que ha tardado Europa en rescatar de las ruinas la memoria de su Cultura, han pasado muchas cosas y han seguido derrumbándose otras muchas ideologías. Con el discurso entorno a la posmodernidad, se han generado las palabras y el lenguaje para empezar a conceptualizar un mundo en plena globalización. Europa ha aprendido a rescatar de lo divino aquello que nunca debe separarse de la razón: la esperanza.

Es simplemente (pero de forma compleja) por esta razón por la que apoyo el “No” a este “Tratado (maltratado) por el que se establece la CONSTITUCIÓN para EUROPA”(1). No me gusta la forma y tampoco el contenido. El nuestro es un “No” de esperanza que espera que Europa se constituya sobre la ley escrita y no sobre el mercado especulativo. La palabra o el silencio.

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(1) Sin el paréntesis añadido, éste es el título que lleva la publicación que se distribuyó por la prensa en España durante el mes de enero para empezar la campaña a favor del “SÍ”.


miércoles, enero 05, 2005

La necesidad de una Europa moral

“La hora de la voluntad:
únicamente cuando se trate de evitar
la maldad y la bajeza”

Peter Handke.
En este tiempo de guerras permanentes, pensar en las voluntades que hacen posible perpetuar la Paz es pensar en los procesos que las sociedades modernas deben implementar para resolver sus conflictos. La reflexión que surge entorno a la elaboración de la Constitución europea nos está haciendo dialogar sobre cómo debe actuar una colectividad en este agitado principio de milenio, y en consecuencia, cuales deben ser sus costumbres. La economía, la gestión de nuestro entorno, determina nuestra manera de relacionarnos y legitima finalmente el significado de las palabras que utilizamos para representar al mundo y a nosotros mismos.

La batalla de intereses, como tantas otras veces en la historia, se desenvuelve también en el lenguaje, y es en él donde debemos prestar mayor atención. En este sentido, los trabajos desarrollados por la escuela de Friburgo y, más recientemente, los textos y reflexiones publicados por Walter Oswalt nos ayudan a desentrañar las múltiples perversiones que han sufrido palabras tan decisivas como “liberalismo”, y que han servido para rebajar las verdaderas necesidades que nuestras sociedades abiertas demandan.

Democracia, seguridad, libertad, derechos humanos, son también palabras, conceptos, que han caído bajo las salvajes redefiniciones de la ideología neoliberal que pretende la libertad ilimitada del capital frente a la sumisión del individuo. Las corporaciones transnacionales junto a la acción política han hecho que los Estados de derecho pierdan sus capacidades para garantizar que el mercado se desarrolle libremente, han expropiado los bienes públicos cediéndolos a las concentraciones de capital, y han desarrollado un sistema de gobernanza centralizado y planificado que se contradice incluso con el principal argumento del capitalismo: los beneficios de la libre competencia. La desresponsabilización del Estado se traduce en la disolución del contrato social y devalúa nuestras democracias.

En la Europa que pretendemos constituir ya presenciamos como el Estado Nazi generó plataformas económicas capaces de engendrar las peores pesadillas del siglo XX. Ahora debemos ser capaces de autolimitarnos para conquistar la libertad necesaria que requiere nuestro ecosistema. Lo expresó muy bien Karl Marx en los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844, cuando nos proponía: “la armoniosa reconciliación de sujeto y objeto a través de la humanización de la naturaleza y la naturalización de la humanidad.”

Europa: un continente con voluntad autolegisladora

La identidad es el sentimiento de apego a nosotros, y este “nosotros” debe entenderse también como el sentimiento de pertenencia a una comunidad. Europa está asistiendo a la constitución de su identidad colectiva y para ello necesita contenidos. Sentirse integrados a la unidad geográfica, social, política y económica de esta nueva organización dependerá de que exista una clara necesidad individual de pertenecer a ella, y en mi opinión, esta necesidad existe con más fuerza que nunca.

Es muy probable que, en esta búsqueda de contenidos, la UE tenga que poner límites a su ampliación para no perder su significado geográfico e histórico. Los valores y costumbres que determinan al ciudadano europeo, nuestros contenidos éticos, deben tener un espacio físico bien definido. Nuestras costumbres deben ser coherentes con nuestro sentido fundamentador y basarse en aquellos principios que se definieron en la Carta de las Naciones Unidas. La grandeza de los valores fundacionales europeos son los que pueden y deben ser compartidos con aquellos países que quieran participar de ellos. Europa representa el lugar donde el hombre posmoderno entendió la inutilidad de la agresión.

Si observamos con atención los últimos acontecimientos internacionales veremos como la globalización está despertando nuevas conciencias. Estar más comunicados está significando el nacimiento de un nuevo organismo del que apenas conocemos sus propiedades emergentes. Europa puede constituirse como un órgano vital para este nuevo ser planetario, pero para ello debe encontrar su lugar, su forma y su función en el mundo.

La globalización, quizás como sugieren las tesis de Imperio de Michael Hardt-Antonio Negri, producida por los mismos que lucharon contra las fuerzas dominantes, los que querían internacionalizar los movimientos de los oprimidos, los que lucharon y perdieron pero pese a la derrota, sus sueños se realizaron en forma de monstruos, la globalización como decíamos está de nuevo en crisis y nos obliga a pensar cada vez más de forma holística para combatir toda narración basada en un pensamiento único que goza ante su autodestrucción.

Europa debe asumir su responsabilidad heredada y constituirse sobre la base de un texto que refleje más un continente político, social y ecológico y menos un contenido capitalista neoliberal. Debe alejarse y oponerse a la visión propuesta por el neoconservadurismo estadounidense anclado en el S. XIX y que actúa sobre la frágil situación internacional basándose en el caduco concepto de frontera.

Con la ideología neoliberal, no sólo se ha debilitado al Estado, sino que también se ha modificado el significado profundo de frontera y seguridad. Estamos desamparados frente a Estados anoréxicos, en quiebra desde que perdieron el poder sobre sus economías, y humillados ahora que están perdiendo sus derechos. Con Guantánamo, Abu Grahib, y otros agujeros negros semejantes, ya nadie puede exigirle al Estado que le garantice los mínimos derechos humanos.

Hablamos de guerras asimétricas, de organismos transnacionales, de terrorismo internacional, de sostenibilidad, de pandemias globales. Todos estos complejos problemas de nuestro tiempo deben afrontarse con estrategias más ilustradas que las que propone la actual industria mecanicista y pesada energético-militar-farmacéutica. Necesitamos una nueva revolución científica, una segunda Ilustración para esta modernidad líquida(1), una ciencia basada en el pensamiento en red y en la redefinición de la objetividad, que asuma plenamente el principio de incertidumbre y cambie nuestras disposiciones cognitivas para hacer posible una verdadera revolución política y social(2).

Puede que, como sugiere Jeremy Rifkin, el “Nuevo Mundo” haya dejado de ser EEUU, y que el “sueño americano” cada vez agrade a menos gente. Y es justamente ésta la oportunidad histórica que tiene Europa para soñar y constituir una auténtica comunidad de ciudadanos comprometida con la universalización de los derechos humanos. Porque ser revolucionario es no asumir ciegamente la distancia que nos separa de la utopía.

Hace tiempo que creo que el gran capital, y mediante los mercados desregularizados y desresponsabilizados, está invirtiendo en el terror.

El sociólogo alemán Ulrich Beck nos advierte que las mafias prefieren y promueven las sociedades del riesgo, y sin duda nuestra aldea global se está convirtiendo en una “sociedad del riesgo”(3). Los grandes consorcios y grupos transnacionales de poder, mediante sus actuaciones y políticas, están asumiendo con sus tecnologías, riesgos no cuantificables. Riesgos que, producidos también por los sueños de la razón, afectan al sistema que James Lovelock describió como Gaia, ese gran organismo al que pertenecemos todos. Los riesgos atómicos, ecológicos, transgénicos, incluso psicológicos que estamos asumiendo, no prevén las consecuencias de su uso en el tiempo porque simplemente las desconocemos.

La precariedad en el mercado laboral, un verdadero virus social, está convirtiendo nuestras ciudades en junglas urbanas, donde quien acumule más capital podrá seguir soñando libremente con su seguridad. De hecho, éste es el nuevo contrato social vigente: “Los derechos democráticos de libertad y equidad serán garantizados mientras se permanezca en el sistema”. Y el sistema nos incrusta a su mecanismo haciéndonos víctimas y cómplices de su especulativo y estadístico progreso(4).

Fueron los conservadores Reagan y Thatcher, amantes de la especulación y la estadística, los que siempre decían que la sociedad no existía. Probablemente pensaban que sólo debería existir el sistema, sin control democrático alguno, y lleno de individuos flotando por el teórico libre mercado. Pues bien, nos acercamos aceleradamente a esas malditas “utopías”, y la oportunidad de Europa es asumir sus compromisos y responsabilidades.

Empieza a ser necesario que nuestros gobiernos e instituciones políticas y económicas transnacionales se autoreformen para establecer mecanismos de control verdaderamente democráticos. Hoy en día existe la tecnología suficiente para que la multitud(5) se organice eficientemente de forma local, descentralizada y coordinada en red.

Seguramente los que propagan el fin de la Historia son aquellos que, a parte de estar muy bien situados, pretenden renunciar para siempre a los principios básicos del liberalismo auténtico, aquellos que persiguen una revolución política para aplicar los derechos fundamentales como derechos humanos(6).

Un sueño ilustrado y posmoderno europeo

Dicen los especialistas del sueño que nuestro cerebro está siempre soñando. Lo que pasa es que al despertar, nuestro estado de conciencia nos obliga a diluir los sueños en la espesa realidad. No descubrimos nada nuevo al decir que sin sueños tampoco obtendríamos realidades. El mito (el rumor) nos ha sido muy útil para construir nuestras realidades, y es analizando esos mitos y pensando dialógicamente, moviendo la lengua como decía Aristóteles, que el hombre puede llegar a ser su demiurgo. La modernidad significó un paso hacia la ilustrada superación de lo divino, pero el malentendido progreso vino a suplantar la divinidad a nuestro destino. Fue la posmodernidad que nos hizo sospechar del progreso, y que ha influido sobre todo en Europa, la que nos ha permitido avanzar sobre mitos más humanos y no dejarnos atrapar por los integrismos religiosos. Las metafísicas fundadas sobre lo religioso(7) empiezan a ser un verdadero problema global. Un problema que amenaza también a la sociedad de EEUU(8).

Puede que el descubrimiento europeo de América fuera más un descubrimiento de la verdadera identidad europea, y que ese reflejo narcisista haya sido por mucho tiempo un mito a seguir, pero la madurez que nos ofrece el pensamiento posmoderno debería hacernos abandonar el discurso religioso y avanzar en la construcción de un necesario espacio moral. Morar un espacio común, más allá de esas junglas hobbesianas, de esos invernaderos kantianos, quizás inaugurando burbujas, como las nombra Peter Sloterdijk, donde fuera posible la vida bajo unas condiciones orgánicamente relacionadas para autoprotegerse.

El Tratado Constitucional que estamos escribiendo abusa demasiado de la retórica europeísta y define muy poco los mecanismos institucionales que servirán para llevar a cabo ésta utópica tarea. Hablamos del principio de precaución mientras las transnacionales de los transgénicos ya están introduciendo sus productos sin etiquetar en la alimentación de los españoles. Por el contrario, transcribimos casi al pie de la letra los principios y los métodos establecidos por la ideología neoliberal para seguir desregularizando los mercados, privatizando nuestros bienes públicos, y en definitiva para concederle más derechos a las entidades económicas que a las personas. El ciudadano europeo sueña con un consenso más vertebrador que el cansado Consenso de Washington, y es responsabilidad de sus administradores la redacción de un texto que exprese con más claridad el organismo transnacional que queremos constituir.

En la propuesta que se nos lanza desde Roma, se habla demasiado explícitamente de los poderes de los Bancos Centrales, y de forma demasiado literaria cuando se hace referencia a los derechos de la sociedad civil. En el Tratado tampoco se habla de la necesidad de crear una organización que regule y controle la calidad y diversidad de la información que consumimos. Se sigue ignorando que también estamos hechos de información. No existe democracia sin transparencia en la comunicación.

En estos últimos años, desde Seattle hasta Barcelona, Londres, Mumbai, New York, pasando por Tel-Aviv, Jerusalén, Porto Alegre, el Cairo, Rabat, se han levantado auténticas multitudes (jóvenes, viejos, empleados, empresarios y desamparados) para hacer oír una voz que pide a gritos otro mundo es posible(9). Lo que nombramos como sociedad civil global se está alzando ante un desorden de justicia que avanza impúdicamente en nombre de nuestra civilización.

En Europa tampoco estamos a salvo de que la religión no se adentre en lo político. La Constitución ha generado una auténtica lucha de poderes entre la actual administración del Vaticano y la élite europea. Una lucha que se ha hecho visible también en la dificultosa admisión de Turquía a la UE, y que ha planteado la integración de una Europa musulmana. También la sucesión del Papa Juan Pablo II, como sugiere Hans Küng, nos mostrará el poder que todavía conserva la iglesia Católica en Europa, la posibilidad que tenemos para superar el modelo jerárquico de entender las relaciones con el distante, con el distinto, con el otro.

Hemos estado construyendo nuestras identidades personales y colectivas desde categorías excluyentes que enfatizaban las diferencias, y ahora empezamos a percibir la necesidad de definir esas mismas identidades desde una empatía cosmopolita. El eje Franco-Alemán que sostiene la “vieja” Europa está generando nuevas políticas de cooperación entre Estados. Esto debería ser considerado como los inicios de una voluntad política que pretende llevar a la práctica un nuevo paradigma de relacionarnos con el entorno.

Pero entre las élites europeas también existen diferencias transatlánticas que hacen que esta propuesta de Tratado no sea todavía la que necesitamos. Las fuerzas conservadoras gobiernan Europa, y se han dejado oír en las declaraciones de comisarios de una prematura administración Barroso. Hay cambios pero son todavía demasiado lentos para que acaben reflejándose en este deseado sueño europeo. En Cataluña hemos estado reivindicando un legítimo reconocimiento de nuestra cultura y nuestra lengua, y parece que hay espacio para el optimismo. Si el Parlamento europeo ha sido capaz de tomarse un tiempo para resolver el caso Buttilglione, puede que sea también el momento de volver a consensuar una solución más rigurosamente liberal para definir nuestra Constitución.

Hace solamente sesenta años, Europa se levantaba sobre las pesadillas del holocausto y con más de cincuenta millones de muertos y, en muy poco tiempo, ha sido capaz de convertirse en una sociedad influyente. Ha sido el análisis crítico de su pasado lo que ha responsabilizado a Europa para que asuma lo moral en lo político. Kant, en Antropologia desde un punto de vista cosmopolita opinaba que: “... la gran diferencia entre las capacidades naturales del hombre y su tarea moral y política es que la naturaleza nos ha dejado abandonados con sus dotes y disposiciones, y que sólo a nosotros nos corresponde cargar con todo esto para llevar a cabo una actividad estructuradora de naturaleza normativa.”

En este sentido, la experiencia existencial que se ha vivido en el continente europeo recoge un saber práctico que debería hacer posible la constitución de un derecho común, dónde la libertad individual y la responsabilidad colectiva encuentren su expresión. La necesidad que tiene Europa de definir una verdadera identidad del ciudadano europeo es la misma que los ciudadanos europeos tienen para sentirse representados políticamente dentro de este precario equilibrio internacional.

Las nuevas exigencias del milenio

Hay muchas esperanzas puestas en el legítimo experimento de gobernanza transnacional que se está llevando a cabo en Europa. Las profundas modificaciones que ha sufrido nuestro sistema económico global ha desbordado los viejos marcos institucionales y, en consecuencia, están cambiando los modelos de gobierno. Nos acercamos a una nueva era global y debemos ser capaces de superar los viejos órdenes establecidos, entre otras cosas porque éstos ya no nos sirven para contener la realidad. La concentración de poder, la exclusión, la desresponsabilización de los actores económicos y políticos, las desigualdades, los abusos ecológicos, están acelerando la restauración de la barbarie y amenazan nuestra supervivencia como especie.

Europa debe potenciar ese espíritu que la encamina hacia un verdadero socialismo democrático, debe repensar los conceptos de crecimiento económico y calidad de vida, y debe saber transformar los viejos modelos competitivos en otros más orientados a la cooperación. El déficit democrático de esta presunta Constitución se pone de manifiesto incluso en el hecho de que el proceso utilizado para su misma elaboración no se ha llevado a cabo mediante una asamblea constituyente. La forma en que las lógicas de los Estados imposibilitan la no aceptación del Tratado por parte del ciudadano, y la rigidez del mecanismo de su futura reforma, hacen sospechar de las verdaderas intenciones de los burócratas europeos.

El proyecto que se nos presenta como Tratado constitucionaliza el liberalismo conservador como doctrina oficial de la Unión Europea, se declara explícitamente defensor de la competencia como fundamento del derecho comunitario y de todas las actividades humanas, ignora los grandes objetivos de la Europa social -el derecho al trabajo, el pleno empleo, la eliminación de la precariedad, la renta mínima garantizada-, renuncia a ser la conciencia ecológica del mundo y acaba otorgando a una institución no europea, como es el caso de la OTAN, centralidad en las políticas exteriores y de defensa, alejándonos definitivamente de una verdadera y posible política de paz humanitaria.

Estamos viendo como se escriben las nuevas constituciones para todas aquellas poblaciones que son sometidas por las democracias de dirección única, y que el neoconservadurismo está implantando tanto en el centro como en las periferias del Imperio. Lo hemos visto en Irak y también lo veremos en la esperada Palestina sin Arafat; cómo se establecen los principios neoliberales en las renacidas constituciones del siglo XXI. Esas “libertades encerradas dentro de la gran falta de libertad”, como las describe Walter Oswalt, son las dirigidas opciones que los consorcios ofrecen a la demanda. La única oferta posible para las democracias de menú con regimenes de consumo insostenible.

Europa debe saber poner límites a sus concentraciones de capital y protegerse de las corporaciones externas para garantizar las libertades individuales de sus ciudadanos. Debe definir un espacio supranacional legítimo con su biosistema, desde donde pueda ser posible universalizar los derechos humanos. Todos los abusos a nuestro entorno, nos recuerda Oswalt, están mermando la democracia. La sostenibilidad también es un concepto político.

Hacen falta nuevas interpretaciones para describir los hechos que todavía están por llegar. Las distintas narrativas históricas que generaron el 11-S en EEUU y el 11-M en Europa, reflejan claramente hacia dónde se dirigen estas dos voluntades transatlánticas, y qué compromisos están dispuestas a asumir.

Deslumbrados por la aceleración, la modernidad avanza sin dirección hacia el progreso, y el exceso de velocidad nos está exigiendo una revolución, un giro sobre nosotros mismos, una reflexión sobre el ethos de nuestra civilización occidental hipnotizada por la fe en el libre mercado.

A veces en la historia los sueños no se hacen realidad por culpa de la voluntad. El hombre que habita el lenguaje es un animal atípico, sin un topos establecido y, por lo tanto, no sólo físico. Es un hombre “capaz”, tal y como lo describe Paul Ricoeur(10), capaz de querer y de disponer. El hombre hábil en querer y en poder. Animal con voluntad de poder sobre la acción. Hombre que piensa y se pregunta: ¿Qué debo hacer?

Vivimos en estado de excepción permanente mientras las bombas caen también sobre nuestros mercados. Ya hemos comprobado como la cultura no nos inhibe de la barbarie, pero sí quizás pueda hacerlo un decidido acto de voluntad.
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(1) Modernidad líquida, Zygmunt Bauman. (2000).
(2) Siegfried J. Schmidt, editor de Humberto Maturana: “Todo aquel que desee una mejora del actual sistema social haría bien en pensar que sin un cambio en el campo de las disposiciones cognitivas, no es posible ningún cambio social y político. Las revoluciones sociales presuponen revoluciones culturales”.
(3) Sobre el terrorismo y la guerra, Ulrick Beck. (Noviembre de 2001).
(4) “Los hombres se han convertido en herramientas de sus herramientas”. Observación de Thoreau.
(5) Concepto definido ampliamente por Michael Hardt-Antonio Negri primero en Imperio y ahora en Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio.
(6) Recojo la definición de liberalismo auténtico de Walter Oswalt en: “La revolución liberal: Acabar con el poder de los consorcios”
(7) Hablo de lo religioso en el sentido de lo que se cree literalmente y no se interpreta.
(8) Pienso en el voto republicano de las últimas elecciones en EEUU. (Noviembre de 2004)
(9) “Una Europa altermundialista, que transforme el concepto y las prácticas de la soberanía y del derecho internacional”. Entrevista a Jacques Derrida (Le Monde 19 de agosto 2004).
(10) Lo que nos hace pensar, Jean-Pierre Changeux y Paul Ricouer.

martes, enero 04, 2005

Faluya: la Varsovia neoliberal del S. XXI

“Antes que el capital sigue siendo el ser humano”
Teología de la Liberación.



La democracia de Bush, y la que se pregona cada día en nuestros telediarios, es la que está convirtiendo a la población de Irak en una autentica mártir del saqueo inhumano que pretenden legitimar, en forma de Constitución democrática, los mercados neoliberales del sistema capitalista de Occidente. El mismo sistema que decidió “liberar” a los iraquíes de un sátrapa llamado Hussein y creado por el Imperio judeo-cristiano. Gentes nacidas en la cuna de nuestra civilización (¿progreso?), y que ya nos gustaría a muchos de los que habitamos incrustados en la cartesiana máquina neoliberal, igualarles en disciplinas humanas que van desde la filosofía hasta la medicina pasando por la música. Sociedades donde las humanidades en general son sus auténticos valores.

Esta misma población es la que ya fue sometida a la catástrofe de una de las nuevas y tecnologizadas guerras de la posmodernidad (especializadas en causar muchas más víctimas entre la población civil que entre la militar) y a la que continuamos bombardeando y torturando para implantar unas nuevas reglas del juego. Como aquella famosa y cinematográfica frase pronunciada por los croupiers de cualquier casino de Las Vegas y que reza: “¡Hagan juego Señores!”.

Faluya, a estas alturas de la tragedia, puede considerarse un neo-gueto, como el de la vieja Varsovia, implantado en el territorio de la Irak del 2005, y que ha sido sometido a una nueva barbarie histórica. No es muy distinta la Faluya que describen las crónicas de los pocos periodistas serios que se juegan la vida, a la Varsovia que relata W. Szpilman en El pianista del gueto de Varsovia. Faluya, ciudad sitiada y arrasada, donde los que huyen de las epidemias y el hambre, siguiendo las más elementales normas humanas y mostrando pañuelos blancos, son disparados sin discreción por las Fuerzas Ocupantes.
Hablan de una ciudad donde los perros han estado comiendo cadáveres humanos durante semanas y se han vuelto agresivos, propagando toda clase de enfermedades. Poblaciones enteras sin agua potable, luz, alimentos, médicos. Como si de una enorme Tsunami se tratara, y hubiese inundado de atrocidades también a las poblaciones de Irak

Inauguramos el 2005 con una catástrofe Natural en Asia que, al decir de las noticias, hubiese podido ser evitada por el hombre. Y por el hombre, seguimos provocando otras catástrofes Humanas mucho más devastadoras para el espíritu en el corazón de nuestra Mesopotamia.

Cualquier lunes de éstos podría describirse como lunes bañado de negro en nuestros asfixiantes días de principios de milenio en la era de la crisis del capitalismo como sistema de organización. A veces parecen infinitos los argumentos que podríamos utilizar para calificar de muy poco eficiente nuestro actual sistema de organizar la vida. El negro, en economía y en la vida valen lo mismo, o dicho de otro modo, equivalen a la muerte. Y no es que quiera estropear las fiestas de nuestra Navidad burguesa.

El oro negro, que como todo lo precioso habría que aprender a no desperdiciar, está salpicando nuestras costas y nuestras bolsas y así, como el negro marfil del dominó boca abajo, inunda las carreteras y nuestras vidas, y seguimos preguntándonos: ¿qué es lo que no funciona? Nuestro sistema completo merece un auténtico esfuerzo de reingeniería para optimizar el coste/beneficio que obtenemos del cosmos, de la Naturaleza. Lo más optimista del caso es que empezamos a entender algo de las lógicas de la vida y, empieza a ser evidente que sin cooperación no hay nada. Algunos dicen que la placenta es un ser que muere para dejarnos vivir. Si esto no es cooperación, por no llamarlo poesía, es que nos hemos vuelto todos ciegos!

Seguiremos salpicándonos de negro mientras impere la estupidez y el egoísmo mal entendido. Quién sino nosotros debería poner freno a este caduco sistema de vivir. Es demasiado evidente que los PIB`s no miden lo humano.

Pero hasta aquí lo negro. Uno puede quedarse en blanco incluso pensando en lo negro.

Toda crisis es un replanteamiento de la situación, y un esculpir palabras que volverán a ofrecer coherencia a todo el sistema comunicativo vivo. Esta debe ser la razón por la que es poco ético lanzar mentiras (las pequeñas banalidades del mal) y aumentar el ruido que nos aleja de las palabras que iluminan.

Estamos inertes frente a la posibilidad de cambio y está en nuestras manos pasar al acto. Chomsky dice que el poder está en todas partes y que si la gente se organiza pueden cambiar las cosas. Hacer de la globalización una forma de inteligencia compartida depende de cómo nos organicemos.


Feliz y pacífico 2005.