sábado, diciembre 11, 2004

El peón Aznar


Aznar hace tiempo que decidió ser el peón de Bush, y como buen peón es mal estratega


El error más grande que, en mi opinión, cometió el expresidente del gobierno español, fue el de no aceptar y apoyar en la mañana del 11-M la tesis de que el atentado había sido perpetrado por el terrorismo internacional. Aunque esta idea pueda, en un primer momento, sorprendernos un poco, deberíamos estar de acuerdo en que esa fue la estrategia que siguió el tandem republicano Cheney-Bush. Si Aznar, después de la matanza de Atocha, hubiera aprovechado el dolor de la ciudadanía para generar unidad contra el terrorismo internacional (su principal estrategia contra ETA), quizás los resultados del 14-M hubiesen sido mucho más positivos para el Partido Popular. Esa fue la estrategia que utilizaron los halcones la mañana del 11-S en EEUU para convertir el dolor de sus ciudadanos en miedo, y así someterlos a su particular concepción de seguridad.
Aznar se precipitó, y su mala conciencia (y las fotografías de las Azores) le hizo pensar que la autoría islamista le señalaba como posible responsable de la matanza. En la soledad del poder, se decidió por hacernos creer durante sólo unos días que su mentira estaba vestida de verdad, y la paseó desnuda porque pensó que el poder nos acabaría convenciendo. Ese error le apartó avergonzado durante un tiempo del tablero, y ahora, siempre bajo las órdenes de la administración neoconservadora estadounidense, y desde la cátedra de Georgetown (literalmente: la ciudad de George), legitimado por el amigo, sigue planeando mezquinas estrategias apoyado por el peso del Pentágono. Tampoco es la primera vez que la derecha antidemócrata española se alía con el Todopderoso.
Hemos visto cómo la política intervencionista de EEUU nunca ha respetado ni la idea ni la práctica democrática, y ahora la vida política española está sufriendo sus métodos. Llevamos meses viendo cómo la oposición se ha convertido en obstrucción de la vida parlamentaria y cómo el prtido de Rajoy está devaluando la democracia en España. Lo hemos escuchado también en la comisión del 11-M, cómo se construían repetidas y falsas lógicas para legitimar una actuación inmoral.
La nueva estrategia de Aznar es ahora deslegitimar (y como siempre, no importa el cómo) la legislatura socialista para generar confusión y síntomas de debilidad. Sabe que el discurso va a endurecerse y ésta será su oportunidad para mostrar seguridad y firmeza, características de la derecha, frente a la complejidad del discurso progresista.
Puede que el razonamiento utilizado por Aznar para buscar relaciones entre ETA y el terrorismo islamista, nos lleve a pensar que también entre el terrorismo de Estado y los terrorismos internacionales hay misteriosas conexiones. Algo que no es del todo novedoso y que como siempre acaba señalando a la oscura mano invisible que mueve el mercado a puñetazos de ciego. Hemos desregularizado tanto el mercado y desresponsabilizado tanto a sus actores económicos, que muy probablemente nuestros ahorros estén financiando mediante fondos de inversión las nuevas y globalizadas transnacionales del terror. ¿Por qué, si mediante su rostro público, gente como Chenney hace enriquecer al capital Haliburton, no vamos a pensar que con su rostro privado estén alimentando al capital industrial que produce muerte? Convivimos con sistemas financieros que acaban limpiando enormes cantidades de dinero en los innumerables paraísos de los Sin Nombre SL. Seguimos costeando públicamente los desastres ecológicos y sociales que producen las grandes corporaciones que actúan sobre nuestros territorios sin asumir las consecuencias de sus explotaciones. Detrás de todo este despropósito, siguen estando los axiomas escritos en el Consenso de Washington, y las tesis neoliberales que globalizan nuestra frágil existencia.
¿Hasta cuándo?

jueves, noviembre 11, 2004

Suspiros post-electorales


¿Cuántos suspiros y anhelos habrán generado estas pasadas elecciones globales, dónde sólo una burbuja social estadounidense decidía el futuro de la humanidad para esta segunda mitad del primer decenio del S. XXI?

Por televisión hemos visto algunos de ellos. Unos, probablemente de gratitud o satisfacción, quizás de devoción, hacia entidades superiores (y no humanas) como pueden ser Dios, los ciegos intereses del mercado económico, el aparato de poder, o simplemente una mafia de intereses. Los de Bush-Cheney, Putin, Sharon, Blair, Aznar, Berlusconi, pertenecen a una clase de suspiros que en pocos días veremos convertirse en palabras y amenazas, y que nos irán desdibujando las tendencias morales que gobernarán en este planeta.

Ahora que Bush y los suyos han suspirado, no creo que debamos someternos ni a sus praxis ni a sus métodos (piénsese en Guantánamo, Abu Grahib), y mucho menos a sus decisiones (piénsese en el Protocolo de Kioto, ley Patriot Act, agresión a Irak). Ahora es el momento moral de que algunos dirigentes políticos que se alzaron contra los neocon sigan oponiéndose con firmeza a una visión anclada al S. XIX y que pretende afrontar la delicada situación Internacional con métodos basados en el caduco concepto de frontera.

El proceso de globalización no sólo ha debilitado al Estado, también ha modificado el significado profundo de frontera. Hablamos de guerras asimétricas, de organismos transnacionales, de terrorismo internacional, de sostenibilidad. Todos estos complejos problemas de nuestro tiempo deben afrontarse con estrategias más ilustradas que las que propone la actual industria energético-militar-farmacéutica.

Puede que, como sugiere Jeremy Rifkin, el “nuevo mundo” haya dejado de ser EEUU, y que el “sueño americano” cada vez agrade a menos gente. Y es justamente ésta la oportunidad histórica que tiene Europa para constituir una auténtica comunidad de ciudadanos comprometida con la universalización de los derechos humanos. Porque ser revolucionario es no asumir ciegamente la distancia que nos separa de la utopía, deberíamos exigir una constitución de Europa donde se reflejara más un continente político, social y ecológico, y menos un contenido capitalista neoliberal.

Hace tiempo que creo que el gran capital, y mediante los mercados desregularizados, está invirtiendo en el terror.

El sociólogo alemán Ulrich Beck nos advierte que las mafias prefieren y promueven las sociedades del riesgo y, sin duda, nuestra aldea global se está convirtiendo en una sociedad de riesgo. En las junglas urbanas quién acumule más capital podrá seguir soñando libremente con su seguridad. Bueno, siempre y cuando pague todos los correspondientes seguros, fondos e hipotecas que tenga contratados. De hecho éste es el nuevo contrato social vigente: “Los derechos democráticos de libertad y equidad serán garantizados mientras se permanezca en el sistema”. Y el sistema nos incrusta a su mecanismo haciéndonos víctimas y cómplices de su especulativo y estadístico progreso.

Fueron los conservadores Reagan y Thatcher, amantes de la especulación y la estadística, los que siempre decían que la sociedad no existía. Probablemente pensaban que sólo debería existir el sistema, sin control democrático alguno y lleno de individuos flotando por el teórico libre mercado. Pues bien, nos acercamos aceleradamente a esas malditas “utopías” y la oportunidad de Europa es asumir sus compromisos y responsabilidades.

Empieza a ser necesario que nuestros gobiernos e instituciones políticas y económicas transnacionales se autoreformen para establecer mecanismos de control verdaderamente democráticos. Hoy en día existe la tecnología suficiente para que la “multitud”(1) se organice eficientemente de forma local, descentralizada y coordinada en red. Seguramente los que pretenden decir que hemos llegado al fin de la Historia son aquellos que, a parte de estar muy bien situados, pretenden renunciar para siempre a los principios básicos del liberalismo auténtico, aquellos que persiguen una revolución política para aplicar los derechos fundamentales como derechos humanos(2).

Estos últimos también suspiraron en las pasadas elecciones estadounidenses, pero lo hicieron preocupados por la visión de un mundo todavía inerte en la caída.
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(1) Concepto definido ampliamente por Michael Hardt-Antonio Negri primero en “Imperio” y ahora en “Multitud”.
(2) Recojo la definición de liberalismo auténtico de Walter Oswalt en: “La revolución liberal: Acabar con el poder de los consorcios”

jueves, octubre 14, 2004

Zapatero a tus zapatos

“La lucha revolucionaria
no se juega entre el capitalismo y el espíritu,
sino entre el capitalismo y el proletariado.”
W.Benjamin

La simplicidad aparente que esconde el título de este artículo evoca una historia que parece ser más útil que nunca. Es la historia de ese zapatero que fue capaz de alejarse de todo idealismo (estético) y sin perder más tiempo se puso a enmendar los zapatos de sus vecinos. Casi sin darse cuenta nuestro zapatero, ocupándose de aquello que tenía más cercano, hizo posible un cambio.
Ahora que, incluso desde el Fórum de las Culturas de Barcelona empieza a exigirse un verdadero cambio político global, parece razonable esperar que nuestro zapatero más cercano, el Sr. Rodríguez Zapatero, no nos falle! Pero que tampoco nos fallen aquellos que disponen del poder que de alguna manera nos representa también en Europa y el mundo.

Quizás, aquellos que como yo crean que el hombre pueda y deba ser libre sin excepciones (y sin olvidarse del prójimo), probablemente también crean necesario pedirles un cambio a los que se obstinan en ser nuestros enemigos íntimos. Los Bush, Bin Laden, Sharon, Aznar, Berlusconi, Blair y ese largo etcétera a los que constantemente se les nombra en los miles de artículos que se publican a diario.

La tendencia se manifiesta mediante la postura, y ésta a su vez necesita de un posicionamiento en ése espacio íntimo que denominamos moral. La mínima moral que rigen nuestros actos y responsabilidades. Y es en el gesto dónde a menudo queda retratada la verdadera intención que rige la moral de muchos de los que mandan en este peligroso mundo.

La Historia con la H mayúscula, pero no muda, nos ha enseñado muchas veces a leer en esos detalles que delatan intenciones, a saber que el uso de la palabra puede deshumanizar nuestro hábitat. La cultura europea está llena de escritores que han revolucionado ese modo de pensar, que han devuelto las palabras que habían sido usurpadas. De Bertolt Brecht, W. Benjamin, S. Freud, K. Marx, y otro largo etcétera de verdaderos amigos que han sido capaces de darnos las herramientas para liberarnos de esas cadenas que nos atan a la historia, y también a nuestras singulares vidas.

W. Benjamin, apoyándose en dos tesis marxistas sobre el capitalismo nos advertía que: “si el capitalismo tiende a aumentar la explotación, y es el mismo sistema que acaba proporcionando las condiciones necesarias para su abolición, entonces todo intento de hacer bella la política, (a lo “Hollywood”, añado yo) está colaborando a mantener esas mismas condiciones.”. Por el contrario, deberíamos politizar la estética y descubrir bajo cada producción artístico-cultural, qué tendencias, qué gestos, qué posicionamientos se esconden bajo cada autor-productor. El arte de la distracción, el arte “políticamente correcto”, nos encamina a pensar Benjamin, es el arte-cultura que sirve para seguir explotando y manteniendo un sistema que goza ante su autodestrucción.

También hay toda una literatura fascista que exalta la belleza de la guerra, de sus bellísimos artefactos de la guerra.

Es cierto que la expresión “proletariado” se ha quedado un poco estrecha para albergar a todo eso que ahora se llama “multitud”. Y puede que “lucha revolucionaria” tampoco sea el termino más exacto para hablar de resistencia. Pero seguramente el esquema que utiliza Benjamin podría servir para seguir escarbando en las contradicciones del mismo sistema y darnos cuenta de que ahora también hay “grados” y “clases” de explotación, y que un mismo individuo puede ser víctima y verdugo de esa misma explotación. La concentración de poder en cada vez menos manos está generando crecimientos divergentes entre minorías cada vez más aburridas de su opulencia, y mayorías expulsadas del sistema y expuestas a la brutalidad de la autodestrucción. Es como si unos pocos (y cada vez más pocos) se comieran al resto de los más de 6.000 millones de personas que habitan la Tierra. En términos médicos los conceptos de cáncer o virus (también informático) son buenas metáforas para explicar que le pasa a nuestro capitalismo del siglo XXI.

Por último, lo que le pido a nuestros zapateros más cercanos, es que empiecen a politizar el arte, la cultura, la televisión y que posibiliten los instrumentos necesarios para que esa multitud redistribuya las riquezas y poderes de forma más democrática. Ahora en España se juzga a uno de los hombres más ricos del país, y parte del botín que se repartieron unos pocos, algunos muchos se quedaron sin becas, ni medicinas, ni casas. Un poco demagógico pero cierto.
Ahora, Sr. Rodríguez Zapatero, es el momento para poner en práctica sus tesis de republicanismo cívico.

Desde las heterodoxas filas del altermundismo, hemos escrito mucho, y hablado más, sobre todas estas intenciones que rigen nuestras costumbres, pero la aceleración nos está exigiendo una revolución, un giro sobre nosotros mismos, una reflexión sobre el ethos de nuestra civilización occidental hipnotizada por la fe del libre mercado.

miércoles, junio 23, 2004

Guerra Tibia

Después de la guerra fría, y teniendo en cuenta la elevada temperatura de nuestra actual situación internacional, podemos declarar que, el siglo XXI, ya ha empezado en guerra.
Tibia, sí, pero Global y sobre todo en guerra.
La prueba empírica es que EE.UU. ha engendrado delante de nuestras narices los mecanismos necesarios para dar vida a esos monstruos instrumentales encargados de destruir todo el derecho internacional, y por consiguiente, la legitimidad de nuestros Estados de Derecho. Guantánamo fue el nombre de ese primer monstruo, y fue el manifiesto simbólico que los neoconservadores lanzaron al mundo para advertir a todos los ciudadanos globales que sus Estados ya no podían garantizar los mínimos derechos humanos. Las advertencias, así como la temperatura de nuestro Planeta** (por mucho que se despreocupe el propagandista neoliberal catalán Xavier Sala i Martín), no dejan de aumentar, y lo están haciendo de forma acelerada.
También ahora, los móviles e Internet, han hecho posible que los soldados, organizados como un colectivo cualquiera, hayan colaborado con la prensa internacional y hayan mostrado impúdicamente en público los métodos pornográficos utilizados por los Bush, Cheney, Wolfowitz, Rice, Rumsfeld y un largo etc... demasiado extenso para una breve y honrada opinión.
El tiempo, que no sabe de Historia, ha hecho coincidir el día de la aprobación de la primera Constitución europea con la noticia de que en nuestro mundo han aparecido trece agujeros negros en los que la administración Bush hunde a los ciudadanos-peones que se atreven a molestarles en sus caprichosas jugadas. En Irak, en Afganistán, en Jordania y en Pakistán, en la Isla Británica Diego García e incluso en un par de barcos estadounidenses, allí donde no existe la palabra "ley", puede acabar cualquier persona que, como nosotros, se interponga entre la fe y la razón. Estamos desamparados frente a estados anoréxicos, en quiebra desde que perdieron el poder sobre sus economías, y humillados ahora que están perdiendo sus derechos. Ya nadie puede exigirle al Estado que le garantice los mínimos derechos humanos. Abu Ghraib ha implosionado y ha extendiendo su vallas y sus métodos a todos los rincones de la intimidad humana. Marx decía que los métodos lo son todo. Supongo que con exclamar:"¡No hay derecho!" no solucionamos nada.
Las bombas ya han caído sobre el Occidente gobernado por unos golpistas norteamericanos. Y que lo dicho no se confunda con la dichosa excusa que nos han obligado a pedir a lo europeos, cada vez que criticamos al tandem Bush-Cheney, y que repetiremos hasta lo necesario cuando decimos que no somos antiamericanos. Eso seria como llamarnos racistas!
Llegados a éste punto, que no es poco, sabemos que la guerra continuará hasta que acaben con el nuevo enemigo público, el terrorismo. Pero también sabemos que el terrorista puede ser nuestro vecino. Y eso nos asusta. Las políticas del terror siempre jugaron con el miedo. Lo peor es que con la misma lógica, el terrorista también podemos ser nosotros. Sólo es necesario que lo decida un consejo militar en EE.UU.
Así parece que están las cosas en nuestro gastado mundo global a principios del siglo XXI. Las mismas sensaciones que experimentaron otros europeos como Huxley, Brecht o Benjamin, en los albores de la II Guerra Mundial, y que nos dejaron escritas en los libros que ya no leemos.
Para acabar, una anécdota. La semana pasada quise visitar en Barcelona una excelente exposición que se está celebrando en el Centro de Cultura Contemporánea:"¡En Guerra!". No me dejaron pasar. En la puerta miles de jóvenes (y no tan jóvenes) desfilaban con unas pulseras naranjas en sus muñecas. Curiosamente todos anhelaban entrar en el Sónar (Festival de música avanzada ¿?). La exposición había sido suspendida y todo quedó ensordecido. Todo, incluso el grito de: "¡en guerra!".
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** Lease el artículo de opinión publicado en EL PAÍS el día 20 de junio de 2004 de James Lovelock.Científico independiente creador de la hiopótesis Gaia. Lealo también el Sr. X.S.M.

jueves, mayo 13, 2004

Soy luego pienso

"La lengua es la piel del alma"
Fernando Lázaro Carreter
Primero es el ser y luego, en el tiempo, el pensar. El pensar requiere el tiempo de la memoria y sus arrítmicos mecanismos del olvido y del recuerdo. Sin memoria no hay pensamiento y el "ser" es la obra que modela el tiempo en su existencia. El ser es como la piedra que en su interior conserva la narración subjetiva de su existencia y en definitiva su ser piedra, mostrándonos también su rostro en lo que percibimos como piedra.
El rostro del ser humano posee la particularidad de extenderse con el lenguaje y generar esa piel colectiva, intangible, que llamamos cultura. Y la cultura no seria posible sin un pensar y sin una consciencia de ser.
En nuestros hipermodernos tiempos, todos avanzamos acelerados, pero sin rumbo, hacia no se sabe qué progreso, y nuestra consciencia nos está haciendo pensar sobre qué está pasando en este globalizado y gastado mundo.Poder económico, poder político, sociedad civil global, terrorismo transnacional, sostenibilidad, todo nos habla del ser en el siglo XXI.
Estos días, en Barcelona, estaremos de Fórum de las culturas, y estas preguntas circularán por una metrópolis que debería servir de altavoz para sugerir algunas opiniones que, si la fiebre especulativa lo permite, expresarán un público saber colectivo. Como barcelonés, comparto también esa extraña paranoia que suscita el Forum 2004, esa ambivalencia que nos hace ser víctimas y cómplices de un espectáculo cultural que, aunque criticamos, puede que incluso acabe siendo útil. Ahora que ya ha empezado, esperemos que, de la inteligencia compartida, emerja un manifiesto capaz de arrojar un poco de luz a este cercano ocaso imperial del capitalismo neoliberal.Y es que todo huele a decadencia por los alrededores de los halcones que defienden con sus garras una teoría financiada por unos oligarcas que nos imponen su pensamiento único. Un pensamiento aceleradamente alejado de la realidad.
Ayer una fotografía del rostro cansado de Colin Powell, anticipaba la caída física y psicológica de unos tiranos que sustentan unas tesis más cercanas a la religión que a la razón humana. El mismo Powell dice textualmente estar agotado, frustrado y amargado. Un secretario de Estado que ya no se habla con su vicepresidente Dick Cheney. Gentes rodeadas de escándalos financieros, torturas, implicadas en terrorismo internacional (Johon Negroponte), y sobre todo, responsables de crímenes contra la paz.
Frente a todos estos, también están aquellos poderes que se alimentan de otras religiones para cometer otros crímenes. Otros capitales transnacionales que defienden sus intereses privados y que también financian el suicidio colectivo de ese mismo ser humano que somos todos.
Los acontecimientos, olvidados y recuperados en nuestra memoria colectiva, nos hacen pensar en todas estas causas y todas estas consecuencias por mucho que les disguste a Bush, Blair y Aznar. Nos hace pensar que estamos en medio de una guerra declarada entre distintos poderes transnacionales que defienden sus grandes intereses a costa de inmensos riesgos. Gentes que pretenden escribir con sangre la historia que más les convenga.
Ya hemos comprobado cómo la cultura no nos inhibe de la barbarie, y así cómo sufrimos sofisticados atentados contra la paz generados por subproductos de la cultura islámica (nada tiene que ver el Islam en esto), también cometemos sofisticados crímenes en nombre de nuestra cultura judeocristiana occidental.
Somos los mismos con pieles culturales distintas.

viernes, abril 16, 2004

La compasión y la memoria

"Soy tú cuando soy yo"
Alabanza de la lejanía. Paul Celan.

En estos tiempos de desmemoria frente a todo lo histórico y todo lo pasado, la riqueza simbólica de la Pascua que acabamos de finalizar ha sido definitivamente aplastada por la amnésica individualización imperante. La cotizada y perversa autonomía del individuo para hacer y ser lo que pueda adquirir, ha olvidado por completo al rostro del "otro", del distinto, del distante. Y olvidarse del rostro es el camino para liberarse de la engorrosa responsabilidad de la compasión. La autonomía basada en el olvido sistemático del otro, ha sido la pedagogía aplicada en todos los totalitarismos, y ahora es también el motor que impulsa la construcción de nuestras subjetividades en las sociedades de mercado del siglo XXI.
La compasión y la memoria, en estas semanas de pasión religiosa, se presentan como las claves a todos los conflictos que acechan a lo humano. Desde el 11-M hasta el 14-M, desde Irak hasta Palestina, desde los movimientos sociales hasta la exigencia intelectual de otro mundo posible, se nos hace indispensable reabrir el íntimo debate sobre nuestras costumbres. La pasión y la razón de la moral y de la ética.
Parece como si la historia se nos precipitase encima.
Llevo días pensando en como los acontecimientos se atropellan entre ellos y exigen constantemente una deliberación para poder distinguir la verdad (o su aproximación) de la ficción. Navegamos inmersos en la incertidumbre porque somos incapaces de reconocer la certeza en la instantaneidad de nuestro presente. Nos vemos obligados a discernir usando simplemente nuestras creencias, pero éstas, no son casuales sino causales, y, cómo muy bien aplican los gramscianos de derechas, los nuevos poderosos transnacionales, las creencias sirven para propagar dogmas.
Gramsci hablaba del intelectual orgánico y de la necesidad de propagar el conocimiento, que no dogma, para acabar con la autoritaria jerarquización del saber. Los neoliberales, los neo- gramscianos de derechas, se han convertido en unos verdaderos expertos en propagar los dogmas que deberían ser aceptados y creídos por sus acríticos fieles.
Trabajo en una Transnacional, en Barcelona, y creo que "el sin-sentido" ya fluye entre las salas de reuniones y los despachos gerenciales. Desde lo local hasta lo global, desde lo privado hasta lo público, aparece el discurso de dominación, exclusión y desresponsabilización de quienes tienen poder sobre aquellos que no lo tienen.
El problema es que el poder, todavía en el siglo XXI, está representado por la fuerza y no por la razón. Y si no, ¿cómo puede ser digerida la noticia de que el inspector Aznar se dedicará a partir de el año que viene a dar clases de política europea contemporánea y relaciones transatlánticas en la universidad de Georgetown? ¿Cuanta sangre humana equivale al precio de Irak calculado por los neo-conservadores?
Todo esto, y muchas otras cosas debería hacer pensar a Occidente.

miércoles, marzo 03, 2004

Democracias sin memoria

A estas alturas de la tragedia colectiva en la que nos encontramos, no creo que nadie ponga en duda el hecho empírico de la debilidad de nuestras democracias. Los espacios de alegalidad se extienden dentro y fuera de nuestras sociedades y con ellos vuelven a aparecer esos monstruos de la racionalidad instrumental que provocaron entre 1914 y 1990, casi todo nuestro idealizado s. XX, ciento ochenta y siete millones de víctimas en todo el mundo. Víctimas de guerras, genocidios y violencias políticas, aniquilados mediante los distintos usos de la racionalidad moderna que además en este último decenio han ido sofisticándose para preservar la vida de los combatientes y aumentar la muerte de las poblaciones civiles. La guerra de antaño no generaba tantos daños colaterales como nuestras postmodernas y globales guerras civiles que hemos y seguiremos declarando. La victoria, como también se ha demostrado empíricamente en la agresión a Irak, no se legitima por sí sola, ni genera la estabilidad suficiente para llevar a cabo aquellos fines que deberían justificar cualquier intervención militar. Los actuales "administradores" de los Estados Unidos se están dando cuenta que, en este mundo que empieza a saber observarse a sí mismo, la violencia ya no les garantiza la seguridad necesaria para establecer sus reglas del juego. Y su juego es el negocio de la democracia desmemoriada que se traduce en exportar justamente el fundamento de su integrismo que no es otro que el capitalismo neoliberal.
Siempre nos hemos estado quejando de los "velos" de nuestros vecinos pero seguimos sin reflexionar sobre todo lo que está produciendo la práctica de nuestras costumbres. Nuestros fines como civilización occidental, y sobre todo desde que apareció entre ellos el malentendido concepto de progreso, empiezan a parecerse a los fines irracionales del nazismo. También el nazismo utilizó la modernidad para matar y generó distintas administraciones capaces de gestionar el difícil negocio del asesinato en serie. El fantasma de Auschwitz también funcionaba siguiendo los paradigmas fordistas para desresponsabilizar al operario del exterminio, y lejos de ser un modelo superado, como nos hace reflexionar Giorgio Agamben, parece extenderse entre nuestros espacios vitales.
Nuestras legalidades están cada vez más dispuestas a gestar espacios de alegalidad para protegernos de un común enemigo. Desde los recientes y fraudulentos informes en los que se basaron Bush, Blair y Aznar, pasando por Guantánamo, continuando por los servicios de inteligencia británicos y sus escuchas a los pocos y únicos representantes de la legalidad internacional, es posible al menos sugerir que estamos envueltos entre las garras de un sistema totalitario que ejerce mediante lo que Hannah Arendt definía como "la banalidad del mal", el más grave daño humano y ecológico que ningún fundamentalismo ha sido capaz de producir jamás.El modelo "Auschwitz", visto como la desresponsabilización ética de los actores sociales, también es el modelo preferido por nuestras transnacionales y la base de toda la economía global que persigue las utopías incuestionables del neoliberalismo.
Avanzamos de espaldas hacia el futuro, arrastrados por el torbellino del presente y del pasado. El progreso que perseguimos es la gran utopía que fundamenta nuestra civilización occidental moderna. Lo que deberíamos aprender a partir de ahora es a autolimitarnos para proteger la supervivencia de la humanidad.
El 14 de marzo, el ciudadano global español debe ser consciente que con su voto, también esta decidiendo a los actores que participarán y nos representarán en las decisiones internacionales y que afectarán a la totalidad del planeta. Nuestro voto pude manifestar la voluntad popular de alejarnos de ese "bien" impuesto desde el imperio estadounidense y acercarnos a esa "vieja" Europa que intenta con evidente dificultad seguir representando mediante la Organización de las Naciones Unidas la frágil y delicada legalidad que aún somos capaces de recordar.Carl Schmitt, filósofo del fascismo, definió lo "político" como lugar de conflicto entre el amigo y el enemigo, un conflicto existencial que se acaba con la destrucción del enemigo.
El lenguaje y la acción política en España, mucho antes de entrar en período electoral, han sido las primeras víctimas de la batalla que parece estar dispuesto a emprender el P.P., todavía administrado en la oscuridad por el "inspector" Aznar, contra todos aquellos enemigos que pretendan variar el rumbo marcado por los nacional-católicos bajo los paradigmas neoconservadores.
Todos estos ejes engranan la maquinaria de dominación en la que nos encontramos situados, y todavía perplejos, observamos como aparecen artefactos mediáticos que estallan justo en el momento preciso para decantar el codiciado voto, o como algunos ministrillos "ejecutan" terrorismo analítico al calificar de "lapsus" la propaganda que han decidido imprimir en sus lemas electorales.
Del artefacto Carod-Rovira a los distintos lapsus propagandísticos del P.P., encontramos un denominador común, que no es otro, que el de trasladar de nuevo el discurso político al enfrentamiento ideológico contra los construidos y necesitados enemigos públicos. Siempre el discurso totalitario supo construirse sus oportunos enemigos, a veces distantes, en cuanto a etnia, como hizo Hitler con los judíos, a veces distintos, en cuanto a clases, como Stalin y las viejas elites dirigentes económicas. Después, será la razón instrumental quien eligirá al verdugo y a la víctima y les hará danzar el baile de la guerra sin tener en cuenta las consecuencias reales de la perversa representación. Eso sí, todos acabaremos pagando la entrada.