“El hombre como entropía"
Hablar de la edad del cielo, que por cierto es una magnífica canción de Jorge Drexler[1], es hablar del tiempo. El tiempo está en el discurrir de nuestras narraciones. La Modernidad, obstinada en la colonización del tiempo, acabó provocando la crisis de los metarelatos dando rienda suelta a las sociedades para que contemplaran la posibilidad de fragmentar la narración. Este es el invento posmoderno que permite ya otro lenguaje que hace posible otro pensar. Un lenguaje sospechado por Nietzsche y deducido por los surrealistas, y por narradores y pensadores como Musil, Adorno, Benjamin, y también, mediante la crítica, el mismo Habermas. Porque fragmentar la narración experiencial es también fragmentar el tiempo. Del mismo modo que la industria del chip lanza los portátiles con multiprocesadores especializados en distintas narrativas, pensamos hoy en la edad global posmoderna.
Estamos capacitados para gestionar distintos tiempos. Tiempos privados y públicos. Los tiempos supranacionales, transnacionales, y locales. Tiempos de trabajo y de ocio. Incluso el perder el tiempo. La tecnología nos ha puesto al alcance de lo posible reducir o ampliar el tiempo de todas esas narraciones fragmentadas del sujeto. Algo así como la liberalización del eje tiempo. Y como toda liberalización (neoliberal) sólo al alcance del que lo pueda pagar.
El globalizado activo (para diferenciarlo del que padece la globalización) es aquel al que le es permitido usar (y permite que lo usen) las nuevas antropotécnias[2]. Éste es un término que intentaría abarcar todos aquellos saberes técnicos que van desde el lenguaje hasta Internet pasando por la farmacología y la ingeniería genética. Todo lo que nos modifica la percepción experiencial de la vida, y la misma vida. En estos términos, cada uno enlazados con nuestra cultura y posibilidad técnica/tecnológica habitamos el tiempo en el Mundo.
Pero no sólo el tiempo, el cielo también es globalizado y padece las inclemencias del hombre.
En forma de aire, de atmósfera, de clima, el cielo nos suplica (“¡por el amor de Kioto!”), un gesto de amabilidad. Parece claro que hemos de dejar de explotar la Tierra para expoliarle sus energías y desperdiciarlas hasta convertirlas en las amenazas más graves al elemento Aire. Agua, Tierra, Aire y Fuego, como si de los elementos de la filosofía antigua surgieran las palabras de la canción de Drexler: ”… no somos más que una gota de luz, una estrella fugaz, una chispa, tan solo, en la edad del cielo…”. Quizás entenderíamos más aquella bella metáfora científica para explicar la teoría del caos si substituyésemos la famosa mariposa y nos situáramos nosotros como los provocadores de entropía.
Lo antiguo y lo moderno se confunden en los tiempos que nos han tocado vivir. Como si de la Roma Imperial se tratara, aquella que convirtió en espectáculo la violencia, nuestras sociedades modernas vuelven a las lógicas de los clásicos Juegos Olímpicos y a sus Estadios, o a las más perversas Exposiciones Universales o Fórums, y a producir espectáculos violentos, nuevos Circos en forma de exaltados debates telebasura, videojuegos o cine hollywoodiense. La cultura de masas moderna como la cultura de masas de la Antigüedad tardía. La arena romana y la cultura de la violencia posmoderna.
Hemos vuelto a decir demasiadas cosas en esos estrechos Sí, No, o Voto en Blanco, que, como si de un estudio de mercado se tratara, Bruselas nos ha sometido para acabar de maltratar la idea de Europa[3]. Si miramos honestamente los resultados, parece claro que la mayoría de ciudadanos europeos se han inclinado por la reflexión. Algunos desde posturas más o menos cómodas, otros desde el convencimiento más profundo de que otro tratado podría aún vertebrar con más fuerza a esta Europa tan necesitada.
Vuelvo a escuchar las palabras de Drexler como si fueran las nuestras: ”Calma, todo está en calma, deja que el beso dure, deja que el tiempo cure, deja que el alma tenga la misma edad que la edad del cielo…”
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[1] En el CD Frontera. Jorge Drexler.
[2] Normas para el parque humano. Peter Sloterdijk. IDEA: Las últimas intervenciones del Papa Juan Pablo II podrían interpretarse como una antropotécnia que estabiliza a un Papa sin “voz”.
[3] Espléndida conferencia de George Steiner en el Instituto Nexus de Tilburg (mayo 2004).
[2] Normas para el parque humano. Peter Sloterdijk. IDEA: Las últimas intervenciones del Papa Juan Pablo II podrían interpretarse como una antropotécnia que estabiliza a un Papa sin “voz”.
[3] Espléndida conferencia de George Steiner en el Instituto Nexus de Tilburg (mayo 2004).
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