lunes, octubre 24, 2005

La izquierda de Zapatero

La polémica desatada a raíz del nou Estatut catalán nos está haciendo reflexionar, a modo de segunda transición, sobre la esencia del Estado y sus conflictos en pleno siglo XXI. La construcción social de una única y falseada identidad colectiva española no ha hecho más que empobrecer nuestra mayor riqueza: la diversidad cultural. Puede que el presidente Zapatero, con sus ideas republicanistas a la Petit, haya visto con más acierto que nadie la oportunidad que representa poder resolver dignamente una realidad territorial que de algún modo contiene la experiencia de uno de los conflictos que más nos harán discutir en este confuso y globalizado planeta, la inmigración y el multiculturalismo.

También la falsificación del folclore y la cultura andaluza, sirvieron para empobrecer (y someter) a una sociedad a la que se le negó la posibilidad de identificarse con su auténtica esencia, secuestrada por unos intereses nacional-católicos para construir una presunta identidad nacional. Así lo expresan al menos algunos representantes de esta espléndida, milenaria y exquisita cultura arraigados en Catalunya en un interesante libro titulado Els altres andalusos.

No es casual que en Catalunya la fuerte inmigración andaluza haya fomentado un intercambio cultural entre identidades colectivas distintas, y haya generado una experiencia sociológica muy rica en fenómenos del todo contemporáneos. La lejanía, la mirada en la distancia, es la que desencadena la búsqueda del origen. El conocimiento de lo que somos. También se equivoca el género masculino cuando se apropia de la identidad femenina, y de su construcción social, para empobrecer la mirada a la primera diferencia existencial que experimenta el hombre. Demasiados ejemplos teñidos de violencia lo confirman.

Seguramente el profundo letargo vivido por las distintas culturas que cohabitan en España esté llegando a su fin, justo en el momento en que empezamos a descubrir nuestra posición geoestratégica en un mundo en el que nos ha tocado ser frontera entre la utopía capitalista neoliberal y la pobreza. Un curioso espacio de reflexión sobre cómo convivir con la diferencia.

Desatascar las obstruidas tuberías de nuestra Constitución no es tan mala idea, Sr. Zapatero, en un mundo donde lo local y lo global van de la manita. Liberar (que nunca será lo mismo que liberalizar) las identidades de sus estereotipos, permite conocerse libremente, y conocer libremente al otro, al distante, al distinto. El neoliberalismo no ha dejado de construir muros y fronteras para separar personas. Ceuta, Palestina, México. Cada vez hay más poblaciones gestionadas bajo la inhumana condición del refugiado. Todos podemos ser seres sacrificables por una guerra, por la violencia de Estado o porque tenemos hambre después de un huracán -el ojo del Katrina nos enseñó a ver de ese modo-.

Claro que habrá que retocar la Constitución, quizás para resolver los nuevos y viejos conflictos multiculturales que siguen apareciendo en nuestra sociedad. Dicen que la Italia que late por la izquierda aplaude las decisiones zapateristas (no confundir con zapatistas). Este fin de semana, uno de los presentadores más carismáticos de Italia, Adriano Celentano, también le hizo un guiño de complicidad a la manera de hacer de Zapatero. Si se siguen estrechando los lazos que nos unen al mundo latinoamericano, puede que se consiga liderar una nueva manera de representar otro mundo posible. Algo más a la izquierda que Blair, e inaugurando una nueva vía por la que encaminar a esta Europa tan necesitada.

La política es el arte de lo posible.