“La lucha revolucionaria
no se juega entre el capitalismo y el espíritu,
sino entre el capitalismo y el proletariado.”
W.Benjamin
La simplicidad aparente que esconde el título de este artículo evoca una historia que parece ser más útil que nunca. Es la historia de ese zapatero que fue capaz de alejarse de todo idealismo (estético) y sin perder más tiempo se puso a enmendar los zapatos de sus vecinos. Casi sin darse cuenta nuestro zapatero, ocupándose de aquello que tenía más cercano, hizo posible un cambio.
Ahora que, incluso desde el Fórum de las Culturas de Barcelona empieza a exigirse un verdadero cambio político global, parece razonable esperar que nuestro zapatero más cercano, el Sr. Rodríguez Zapatero, no nos falle! Pero que tampoco nos fallen aquellos que disponen del poder que de alguna manera nos representa también en Europa y el mundo.
Ahora que, incluso desde el Fórum de las Culturas de Barcelona empieza a exigirse un verdadero cambio político global, parece razonable esperar que nuestro zapatero más cercano, el Sr. Rodríguez Zapatero, no nos falle! Pero que tampoco nos fallen aquellos que disponen del poder que de alguna manera nos representa también en Europa y el mundo.
Quizás, aquellos que como yo crean que el hombre pueda y deba ser libre sin excepciones (y sin olvidarse del prójimo), probablemente también crean necesario pedirles un cambio a los que se obstinan en ser nuestros enemigos íntimos. Los Bush, Bin Laden, Sharon, Aznar, Berlusconi, Blair y ese largo etcétera a los que constantemente se les nombra en los miles de artículos que se publican a diario.
La tendencia se manifiesta mediante la postura, y ésta a su vez necesita de un posicionamiento en ése espacio íntimo que denominamos moral. La mínima moral que rigen nuestros actos y responsabilidades. Y es en el gesto dónde a menudo queda retratada la verdadera intención que rige la moral de muchos de los que mandan en este peligroso mundo.
La Historia con la H mayúscula, pero no muda, nos ha enseñado muchas veces a leer en esos detalles que delatan intenciones, a saber que el uso de la palabra puede deshumanizar nuestro hábitat. La cultura europea está llena de escritores que han revolucionado ese modo de pensar, que han devuelto las palabras que habían sido usurpadas. De Bertolt Brecht, W. Benjamin, S. Freud, K. Marx, y otro largo etcétera de verdaderos amigos que han sido capaces de darnos las herramientas para liberarnos de esas cadenas que nos atan a la historia, y también a nuestras singulares vidas.
W. Benjamin, apoyándose en dos tesis marxistas sobre el capitalismo nos advertía que: “si el capitalismo tiende a aumentar la explotación, y es el mismo sistema que acaba proporcionando las condiciones necesarias para su abolición, entonces todo intento de hacer bella la política, (a lo “Hollywood”, añado yo) está colaborando a mantener esas mismas condiciones.”. Por el contrario, deberíamos politizar la estética y descubrir bajo cada producción artístico-cultural, qué tendencias, qué gestos, qué posicionamientos se esconden bajo cada autor-productor. El arte de la distracción, el arte “políticamente correcto”, nos encamina a pensar Benjamin, es el arte-cultura que sirve para seguir explotando y manteniendo un sistema que goza ante su autodestrucción.
También hay toda una literatura fascista que exalta la belleza de la guerra, de sus bellísimos artefactos de la guerra.
Es cierto que la expresión “proletariado” se ha quedado un poco estrecha para albergar a todo eso que ahora se llama “multitud”. Y puede que “lucha revolucionaria” tampoco sea el termino más exacto para hablar de resistencia. Pero seguramente el esquema que utiliza Benjamin podría servir para seguir escarbando en las contradicciones del mismo sistema y darnos cuenta de que ahora también hay “grados” y “clases” de explotación, y que un mismo individuo puede ser víctima y verdugo de esa misma explotación. La concentración de poder en cada vez menos manos está generando crecimientos divergentes entre minorías cada vez más aburridas de su opulencia, y mayorías expulsadas del sistema y expuestas a la brutalidad de la autodestrucción. Es como si unos pocos (y cada vez más pocos) se comieran al resto de los más de 6.000 millones de personas que habitan la Tierra. En términos médicos los conceptos de cáncer o virus (también informático) son buenas metáforas para explicar que le pasa a nuestro capitalismo del siglo XXI.
Por último, lo que le pido a nuestros zapateros más cercanos, es que empiecen a politizar el arte, la cultura, la televisión y que posibiliten los instrumentos necesarios para que esa multitud redistribuya las riquezas y poderes de forma más democrática. Ahora en España se juzga a uno de los hombres más ricos del país, y parte del botín que se repartieron unos pocos, algunos muchos se quedaron sin becas, ni medicinas, ni casas. Un poco demagógico pero cierto.
Ahora, Sr. Rodríguez Zapatero, es el momento para poner en práctica sus tesis de republicanismo cívico.
Desde las heterodoxas filas del altermundismo, hemos escrito mucho, y hablado más, sobre todas estas intenciones que rigen nuestras costumbres, pero la aceleración nos está exigiendo una revolución, un giro sobre nosotros mismos, una reflexión sobre el ethos de nuestra civilización occidental hipnotizada por la fe del libre mercado.
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