"Soy tú cuando soy yo"
Alabanza de la lejanía. Paul Celan.
En estos tiempos de desmemoria frente a todo lo histórico y todo lo pasado, la riqueza simbólica de la Pascua que acabamos de finalizar ha sido definitivamente aplastada por la amnésica individualización imperante. La cotizada y perversa autonomía del individuo para hacer y ser lo que pueda adquirir, ha olvidado por completo al rostro del "otro", del distinto, del distante. Y olvidarse del rostro es el camino para liberarse de la engorrosa responsabilidad de la compasión. La autonomía basada en el olvido sistemático del otro, ha sido la pedagogía aplicada en todos los totalitarismos, y ahora es también el motor que impulsa la construcción de nuestras subjetividades en las sociedades de mercado del siglo XXI.
La compasión y la memoria, en estas semanas de pasión religiosa, se presentan como las claves a todos los conflictos que acechan a lo humano. Desde el 11-M hasta el 14-M, desde Irak hasta Palestina, desde los movimientos sociales hasta la exigencia intelectual de otro mundo posible, se nos hace indispensable reabrir el íntimo debate sobre nuestras costumbres. La pasión y la razón de la moral y de la ética.
Parece como si la historia se nos precipitase encima.
Llevo días pensando en como los acontecimientos se atropellan entre ellos y exigen constantemente una deliberación para poder distinguir la verdad (o su aproximación) de la ficción. Navegamos inmersos en la incertidumbre porque somos incapaces de reconocer la certeza en la instantaneidad de nuestro presente. Nos vemos obligados a discernir usando simplemente nuestras creencias, pero éstas, no son casuales sino causales, y, cómo muy bien aplican los gramscianos de derechas, los nuevos poderosos transnacionales, las creencias sirven para propagar dogmas.
Gramsci hablaba del intelectual orgánico y de la necesidad de propagar el conocimiento, que no dogma, para acabar con la autoritaria jerarquización del saber. Los neoliberales, los neo- gramscianos de derechas, se han convertido en unos verdaderos expertos en propagar los dogmas que deberían ser aceptados y creídos por sus acríticos fieles.
Trabajo en una Transnacional, en Barcelona, y creo que "el sin-sentido" ya fluye entre las salas de reuniones y los despachos gerenciales. Desde lo local hasta lo global, desde lo privado hasta lo público, aparece el discurso de dominación, exclusión y desresponsabilización de quienes tienen poder sobre aquellos que no lo tienen.
El problema es que el poder, todavía en el siglo XXI, está representado por la fuerza y no por la razón. Y si no, ¿cómo puede ser digerida la noticia de que el inspector Aznar se dedicará a partir de el año que viene a dar clases de política europea contemporánea y relaciones transatlánticas en la universidad de Georgetown? ¿Cuanta sangre humana equivale al precio de Irak calculado por los neo-conservadores?
Todo esto, y muchas otras cosas debería hacer pensar a Occidente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario