¿Cuántos suspiros y anhelos habrán generado estas pasadas elecciones globales, dónde sólo una burbuja social estadounidense decidía el futuro de la humanidad para esta segunda mitad del primer decenio del S. XXI?
Por televisión hemos visto algunos de ellos. Unos, probablemente de gratitud o satisfacción, quizás de devoción, hacia entidades superiores (y no humanas) como pueden ser Dios, los ciegos intereses del mercado económico, el aparato de poder, o simplemente una mafia de intereses. Los de Bush-Cheney, Putin, Sharon, Blair, Aznar, Berlusconi, pertenecen a una clase de suspiros que en pocos días veremos convertirse en palabras y amenazas, y que nos irán desdibujando las tendencias morales que gobernarán en este planeta.
Ahora que Bush y los suyos han suspirado, no creo que debamos someternos ni a sus praxis ni a sus métodos (piénsese en Guantánamo, Abu Grahib), y mucho menos a sus decisiones (piénsese en el Protocolo de Kioto, ley Patriot Act, agresión a Irak). Ahora es el momento moral de que algunos dirigentes políticos que se alzaron contra los neocon sigan oponiéndose con firmeza a una visión anclada al S. XIX y que pretende afrontar la delicada situación Internacional con métodos basados en el caduco concepto de frontera.
El proceso de globalización no sólo ha debilitado al Estado, también ha modificado el significado profundo de frontera. Hablamos de guerras asimétricas, de organismos transnacionales, de terrorismo internacional, de sostenibilidad. Todos estos complejos problemas de nuestro tiempo deben afrontarse con estrategias más ilustradas que las que propone la actual industria energético-militar-farmacéutica.
Puede que, como sugiere Jeremy Rifkin, el “nuevo mundo” haya dejado de ser EEUU, y que el “sueño americano” cada vez agrade a menos gente. Y es justamente ésta la oportunidad histórica que tiene Europa para constituir una auténtica comunidad de ciudadanos comprometida con la universalización de los derechos humanos. Porque ser revolucionario es no asumir ciegamente la distancia que nos separa de la utopía, deberíamos exigir una constitución de Europa donde se reflejara más un continente político, social y ecológico, y menos un contenido capitalista neoliberal.
Hace tiempo que creo que el gran capital, y mediante los mercados desregularizados, está invirtiendo en el terror.
El sociólogo alemán Ulrich Beck nos advierte que las mafias prefieren y promueven las sociedades del riesgo y, sin duda, nuestra aldea global se está convirtiendo en una sociedad de riesgo. En las junglas urbanas quién acumule más capital podrá seguir soñando libremente con su seguridad. Bueno, siempre y cuando pague todos los correspondientes seguros, fondos e hipotecas que tenga contratados. De hecho éste es el nuevo contrato social vigente: “Los derechos democráticos de libertad y equidad serán garantizados mientras se permanezca en el sistema”. Y el sistema nos incrusta a su mecanismo haciéndonos víctimas y cómplices de su especulativo y estadístico progreso.
Fueron los conservadores Reagan y Thatcher, amantes de la especulación y la estadística, los que siempre decían que la sociedad no existía. Probablemente pensaban que sólo debería existir el sistema, sin control democrático alguno y lleno de individuos flotando por el teórico libre mercado. Pues bien, nos acercamos aceleradamente a esas malditas “utopías” y la oportunidad de Europa es asumir sus compromisos y responsabilidades.
Empieza a ser necesario que nuestros gobiernos e instituciones políticas y económicas transnacionales se autoreformen para establecer mecanismos de control verdaderamente democráticos. Hoy en día existe la tecnología suficiente para que la “multitud”(1) se organice eficientemente de forma local, descentralizada y coordinada en red. Seguramente los que pretenden decir que hemos llegado al fin de la Historia son aquellos que, a parte de estar muy bien situados, pretenden renunciar para siempre a los principios básicos del liberalismo auténtico, aquellos que persiguen una revolución política para aplicar los derechos fundamentales como derechos humanos(2).
Estos últimos también suspiraron en las pasadas elecciones estadounidenses, pero lo hicieron preocupados por la visión de un mundo todavía inerte en la caída.
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(1) Concepto definido ampliamente por Michael Hardt-Antonio Negri primero en “Imperio” y ahora en “Multitud”.
(2) Recojo la definición de liberalismo auténtico de Walter Oswalt en: “La revolución liberal: Acabar con el poder de los consorcios”
(2) Recojo la definición de liberalismo auténtico de Walter Oswalt en: “La revolución liberal: Acabar con el poder de los consorcios”
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