"Quien predica lo contrario,
es decir, no preocuparse por escribir bien y leer bien
(...) señala a los pueblos, en efecto,
un camino para ser cada vez más nacionales;
agrava la enfermedad que aqueja este siglo
y es enemigo de los buenos europeos,
un enemigo de los espíritus libres”.
El caminante y su sombra.
F. Nietzsche
El caminante y su sombra.
F. Nietzsche
En Cataluña, pero también en España, Europa y el mundo, empezamos a pensar, y por eso escribimos, sobre un posible modelo de convivencia de comunidades posnacionales. La Globalización, así en mayúsculas, nos ha desterritorializado a todos. Porque la Globalización es otro modo de estar en el mundo, hemos dejado de vivir en un aquí y ahora, y nos hemos instalado en un solitario ahora. Huérfanos del aquí, del lugar, a todos nos ocurren las cosas en un mismo y transnacionalizado ahora.
Desde nuestro espacio de experiencia, nuestra historia, deberíamos ser capaces de imaginarnos nuestros horizontes de expectativas. Pero volvamos al origen, y volvamos al interesante debate interno y externo en Cataluña sobre un posible modelo de convivencia posnacional. Una realidad que se está dando en el mismo y globalizado ahora en Europa y el mundo, y que busca cómo organizar sociedades transnacionales para que sean capaces de resolver las grandes cuestiones del siglo XXI.
En la escena internacional, el viejo poder anclado en los parámetros del siglo XIX, sigue actuando por la fuerza, como si aún existiese la posibilidad de contener lo que no puede ser contenido – lo incontinente-, lo que sobra porque se ha desecho, bajo la violencia de las fronteras físicas. La violencia a secas. Bajo la tortura. La deshumanización. De esa forma, se nacionaliza la política –interior y exterior- mientras se liberaliza al capital para que, a modo de gran tentáculo, se desplace a gran velocidad por el mundo sin responsabilizarse de nada. Y todo en nombre de la democracia de mercado de dirección única.
Claro que en Europa se ha escrito mucho sobre la deshumanización y sobre los males del nacionalismo. Europa, un lugar atípico donde ha sido posible superar las fronteras físicas y psíquicas del nacionalismo, creando un verdadero espacio comunitario. Un lugar en el mundo donde repensar los nacionalismos. Vivirlos de forma distinta, y llegar a formular la base de un derecho comunitario pensado para una convivencia cívica sostenible y en paz. Por todas estas razones sigue siendo razonable esperar de ese lugar, Europa, una relación más justa con sus límites, también geográficos, para darle forma a sus contenidos. Porque más que un choque de civilizaciones estamos viviendo un choque de ignorancias, como la ignorancia de Aznar al seguir manipulando la historia para justificar las palabras injustificables, precisamente desde la razón, de Benedicto XVI, un ciudadano ejerciendo de Papa.
Las palabras deberían ser usadas también con prudencia para esclarecer lo que todavía permanece oscuro. Pero siempre han existido palabras peligrosas, y los que hemos vivido también la guerra fría, hemos oído ya unas cuantas. Ha llegado el tiempo de que las palabras que sirven para crear al enemigo, para darle forma deshumana, pasen a ser palabras sospechosas y enemigas de las inteligencias libres.
En Cataluña, el lugar transnacional en el que vivo, nos sería mucho más fácil reivindicar nuestros derechos como pueblo y cultura si pensáramos radicalmente en las ventajas del posnacionalismo. El desgaste de estar siempre enfrentados por unas entelequias llamadas naciones, desaparece ahora, en nuestro actual mundo transnacional, para dejarnos libremente autodeterminarnos en comunidades consensuadas. En este sentido, la formación de un nuevo partido como Ciutadans, puede colaborar en este esfuerzo de repensar los nacionalismos, sobre todo si se abandonan las palabras que crean enemigos y se trabaja para formular buenas ideas para la ciudadanía.
La voluntad, aquella que asume nuestras fuerzas una vez evaluadas las perspectivas, la que razona razonablemente para deliberar y decidir bien, la razón deseante y el deseo razonante, exige un buen uso de nuestras facultades. Desde lo local hacia lo global para volver a actuar en local, desde esta perspectiva ideal para poder pensar, deberíamos representarnos nuestras futuras elecciones. Decidir.