lunes, junio 13, 2005

La técnica como prótesis

I



“Los hombres se han convertido
en herramientas de sus herramientas.”


Observación de Thoreau.



La pregunta

Preguntar por la técnica es sin duda preguntar también por el hombre. Es adentrarse en el pastoreo del ser y atreverse a transitar de nuevo por el siempre actual discurso del Humanismo. Esa infinita carta repleta de esperanzas intemporales en forma de Cultura. La técnica como aletheia poiética y más tarde estructura de emplazamiento (Ge-Stell) es condenada por el hombre a agujerear a la Naturaleza. El acto humano poiético singular y no automatizado es el que se vale de la techné para que surja lo nuevo y no lo re-creado o re-producido. Probablemente toda técnica produce una segunda Naturaleza. También un poema lo hace.

Son las centrales eléctricas, los pozos petrolíferos, la energía atómica, también la fábrica, la escuela, la imprenta, la cultura de masas, lo que implanta una lógica que convierte la técnica en prótesis. La tecnología aparece como estructura de emplazamiento de lo humano que provoca a la Naturaleza para re-presentar o re-producir, incluso hasta la saturación, otros objetos post-naturales. Objetos que a su vez deberán ser solicitados por economías crecientes, como si de un imperativo categórico de la modernidad se tratara, siguiendo siempre esas mismas lógicas reducidas[1]. Objetos que, bajo las formas de producción y solicitación (marketing, publicidad, propaganda) capitalista, continúan provocando a la Naturaleza mediante sistemas cada vez menos respetuosos con lo orgánico. De este modo, todo lo producido (reproducido, representado) bajo la las lógicas modernas de nuestras actuales y estrechas estructuras de emplazamiento, se convierte en una prótesis experiencial que altera lo humano. No son meros instrumentos, objetos o mecanismos externos a los cuales podamos decidir recurrir. Más bien se constituyen como prótesis mecánicas que, con la incorporación de las nuevas tecnologías de la información, nos convierten en auténticos cyborgs.

Heidegger nos advirtió que preguntar por la técnica no era simplemente preguntar por lo instrumental, también era preguntarse por la experiencia humana existencial con la técnica.

Del mismo modo que lo social como comportamiento y forma de vida es pre-humano, también la técnica-tecnología lo es. Basta pensar en la genética que mediante sorprendentes mecanismos químicos produce la misma vida. Esas técnicas-tecnologías son pre-humanas y es justamente ahora, cuando se empiezan a desvelar las lógicas de la vida, que el hombre vuelve a replantearse la pregunta por el uso que hace de su razón técnica. Con la muerte de Dios (¿quizás siempre prematura?) todo está permitido, se nos abren todas las posibilidades, pero también debemos asumir todas las responsabilidades que nuestro actuar técnico produce.

La conferencia que Peter Sloterdijk pronunció bajo el nombre de “Normas para el parque humano”, y que fue utilizada por la Alemania bien pensante representada por Habermas para generar un auténtico escándalo en relación al mismo Sloterdijk, pretendía fijar la atención justamente sobre la responsabilidad ineludible del hombre en el uso de todas aquellas antropotécnias[2] que, de forma cada vez más conscientes, ya hemos ido aplicando a lo largo de la historia. Todo humanismo exige una metafísica de lo humano, y es en este punto donde Heidegger nos sugiere ese ascetismo meditativo capaz incluso de desplazar del centro al ser humano para llevarlo a la peculiar relación de cercanía que caracteriza ser el vecino del Ser.

La experiencia de la técnica no debería ser tomada tan irresponsablemente como parece que la modernidad impone como sello de identificación. La Razón instrumental puede ser considerada como la divinización de las estructuras de emplazamiento que deben llevar al hombre (de forma destinal) al progreso, delegando cualquier responsabilidad humana y llegando incluso a banalizar el mal, tal y como nos lo relató Hanna Arendt.

La técnica nos relaciona con la realidad.


Sobre orquídeas y burbujas

Las condiciones orgánicamente necesarias para relacionarnos y existir dentro de la gran tecnología de lo vivo, deben conocer y respetar la realidad del entorno. Lo redondo, la esfera, las burbujas, son formas que hablan de lo íntimo, lo interior, y la frágil relación con su entorno.

Del mismo modo que la orquídea necesita de las condiciones adecuadas para llegar a ser orquídea, el hombre, y más concretamente el hombre posmoderno, habiendo aceptado la responsabilidad de poder arrancar de la realidad y desocultar de lo no presente, debería relacionarse con la técnica a fin de garantizar también las necesidades de su hábitat.

Porque siempre habitamos una casa, desde lo individual hasta las diferentes colectividades que, utilizando técnicas sociales, sueñan en un mismo progreso. El desafío de lo humano a la Naturaleza radica en poder ejercer la voluntad para relacionarse con ella mediante sus saberes y habilidades técnicas. El hombre se relaciona con la Naturaleza (y porsupuesto con el lenguaje y lo social) mediante sus saberes técnicos, y ese uso exige una responsabilidad. Nos encontramos en el ámbito de la razón práctica.

En una famosa carta, Thomas Mann intentando explicar lo que le estaba ocurriendo al idioma alemán bajo el Reich (Riqueza) de Hitler escribe:

Grande es el misterio del lenguaje; la responsabilidad ante un idioma y su pureza es de cualidad simbólica y espiritual; responsabilidad que no lo es meramente en sentido estético. La responsabilidad ante el idioma es, en esencia, responsabilidad humana [...] ¿Debe guardar silencio un escritor alemán, que es responsable del idioma porque lo usa cotidianamente, guardar absoluto silencio ante todos los males irreparables que se han cometido y se cometen día tras día, especialmente si ello tiene lugar en el propio país, contra el cuerpo físico, el alma y el espíritu, contra la justicia y la verdad, contra la humanidad y el individuo?

Es desde esta posición de vecindad que el hombre debería cuidar al Ser. Responsabilizarse de su producción y re-producción en el entorno que lo acoge. Vigotsky nos recuerda que, antes de que el hombre pueda habitar el lenguaje y pueda constituir su burbuja de individualidad, antes decimos, es un ser PRE-individual que habita dentro de una resonancia constante y necesaria con su entorno. Necesariamente somos seres sociales antes de iniciar el proceso de individualización. También Sloterdij resalta la característica neoténica de la especie humana, y como dilatamos nuestros procesos de aprendizaje antes de llegar a ser individuos adultos. En ese tiempo, nuestro órgano lingüístico, capaz de generar gramáticas autogenerativas, se entrelazará con el entorno para fundamentar la casa lingüística del Ser. La piel humana del lenguaje.

En esta co-deriva ontogénica en constante epigénesis con el entorno[3], establece el hombre sus costumbres, entrelazándose emocionalmente con comunidades consensuadas y acumulando material histórico en forma de ruinas tras cada catástrofe. El uso por parte del hombre de la técnica moderna, en una cultura demasiado contaminada del más puro mecanicismo cartesiano, ha acabado de someter al mismo hombre, como Thoreau anunciaba, bajo una gigantesca prótesis donde se confunde lo orgánico con lo inorgánico. Donde la experiencia de lo humano se convierte en experiencia anti-humana.

Si nos sometemos a la exigencia de pensar la técnica como prótesis, nos daremos cuenta de que el uso que hacemos de ella nos está precipitando a la uniformización mediante una acelerada extinción de lo múltiple. A modo de espejo mágico, la técnica proyecta lo que el antropólogo Claude Lévi-Staruss atribuye a la especie humana cuando dice que desde su aparición no ha hecho más que destruir la diversidad, y que por esa misma razón desaparecerá. También Freud, desde otro vocabulario pero con parecido pesimismo, dirá que la consumación de la libido está en la muerte. Una gran quietud volverá a la creación cuando la vida vuelva a la condición natural de lo inorgánico.

Quizás todo dependerá de si realmente creemos en nuestra voluntad para relacionarnos con la realidad, y asumimos la responsabilidad del uso de nuestra razón técnica para que crezca del peligro aquello que nos salva. Un hombre sin atributos, como el de Musil, sin rostro como el de Pico della Mirandola, siempre a la deriva de lo post-humano, abierto, con la capacidad de modelarse según el modelo animal o divino, y sin olvidar el ideal griego que ya sospechaba que el hombre, “...esa cosa extraña entre todas las cosas, no es aquello que debe ser superado, sino preservado y en primer lugar contra sí mismo; que el superhombre es lo que más se parece a lo inhumano...”[4].

El hacer humano produce una existencia humana, una casa. Nos compromete, como Sartre escribió, en la existencia colectiva como humanidad, y en la existencia individual del yo. Ahora ya sabemos que no todo es existencia, también nuestra esencia ontogénica tiene su importancia, pero dentro de esos límites biológicos se constituye la posibilidad de utopía que nos hace humanos. Burbujas utópicas en constante readaptación con la realidad.


II

“El dominio de la naturaleza, así lo enseñan los imperialistas,
es el propósito de toda técnica.
Pero, ¿quién podría confiar en un maestro que, recurriendo a una palmeta,
viera el propósito de la educación en el dominio de los niños por parte de los adultos?
¿No es la educación, ante todo, la organización indispensable de la relación entre las generaciones y, por tanto, si se quiere hablar de dominio,
el dominio de la relación entre las generaciones y no de los niños?
Lo mismo ocurre con la técnica:
no es dominio de la naturaleza, sino dominio de la relación entre naturaleza y humanidad”

Walter Benjamin, 1926.


El poder y la técnica en la posmodernidad

La globalización ya soñada por la modernidad, hizo de la colonización una sofisticada técnica para concentrar poder. El espacio como recurso, tanto conquistado como fabricado bajo la forma de producción industrial, ha sido colonizado mientras se aprendía a fragmentar, reducir o ampliar el concepto mismo de tiempo. La fábrica postfordista, en la modernidad líquida[5], ya puede seguir produciendo indefinidamente.

La globalización hoy nombrada, posibilita la realización de ese sueño moderno bajo la dominación del sistema político-económico capitalista. Sin otro destino, una vez derrotadas todas las alternativas ideológicas, justamente vence aquella que, aparentemente, renuncia a proponer un sentido, una trascendencia. Detrás del capitalismo no hay autor ni proyecto. Esa también fue una de las grandes decepciones de la intelectualidad post-soviética una vez descubierta la alternativa[6]. Una alternativa que sólo habla de beneficios y costes, de privilegios y exclusiones. Un capitalismo tardío en plena revolución neo-conservadora que concentra poder y tecnología suficiente para seguir dominando y explotando, configurando nuevas estructuras de soberanía global que, de forma más o menos visible, empezamos a distinguir.

La vida desnuda y clasificada en nichos, en lugares construidos, es la que se gestiona en términos de poblaciones y la que es domesticada para favorecer la aparición de nuevas formas de concentración de riqueza. Nuevas clases sociales capital-tenientes que favorecen el desmantelamiento del Estado-Nación para reconfigurar nuevas formas de legitimación biopolítica supranacionales, transnacionales.

La desregularización del mercado y la pérdida de soberanía de los Estados-Naciones transforman las leyes escritas públicas en pactos más o menos privados. Pactos que ya afectan a la legitimidad de nuestras posmodernas democracias de mercado, en un mundo gobernado por tiranos, oligarcas y demócratas. Puede que sea ahora, en plena cruzada democrática, el momento de recuperar las categorías que Aristóteles utiliza para llegar a considerar la democracia también como una forma de poder ilegítimo.

Pero el poder y la tecnología en la posmodernidad están en todas partes. También lo sabe el terrorismo internacional cuando es capaz de utilizar un móvil e internet para ensangrentar trenes. Si nos organizamos como sugiere Noam Chomsky, y usamos el empoderamiento que actualmente, y también mediante las nuevas tecnologías, disponemos, podemos cambiar las cosas.

En Italia, la práctica y la teoría elaborada durante el movimiento del operativismo en los ’60 y ’70, han ido forjando ideas útiles para entender las nuevas formas de producción postfordistas. Conceptos rescatados de Marx como la idea de General Intellect, pueden sernos eficaces para vertebrar formas de resistencia o disidencia frente a las lógicas del capital, tal y como hacen Negri o Paolo Virno. También Agamben, desde otras perspectivas más teóricas, ha colaborado en repensar la filosofía política de la modernidad, reflexionando sobre el Estado de excepción, o sobre conceptos como movimiento o pueblo.

El reloj de arena ecológico se está quedando seco, y la crisis de la Globalización, que es también una crisis en las representaciones del poder, hace necesario un giro sobre nosotros mismos. Un cambio en nuestras disposiciones para tomar conciencia de la inhumanidad de nuestras prótesis. Hay que dotar a la multitud de nuevas formas de protesta para que pueda defenderse de los abusos de un poder soberano que excluye al ciudadano de la vida política. Un poder que mediante el Estado, la guerra o la violencia convierte al ciudadano en individuo sin derechos y lo coloca en una nueva realidad caracterizada por la condición de exclusión. Hombres vaciados de significado, sacrificables.

Auschwitz e Hiroshima, auténticos paradigmas de la modernidad, sirvieron para perfeccionar las tecnologías del poder disciplinario y regulatorio sobre poblaciones adoctrinadas para producir, odiar y negar al otro. No son muy distintas las técnicas que se aplican al lenguaje actual, cuando ideologías como el neoliberalismo vacían de contenido palabras como democracia, derechos humanos o libertad.

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[1] El mercado global del capitalismo líquido que se sustenta en la explotación crematística de las energías fósiles desaprovechadas bajo las lógicas del capital financiero-industrial, podría contemplarse como una enorme prótesis producida por el hacer humano.
[2] Normas para el parque humano. Peter Sloterdijk. Todos aquellos saberes técnicos que van desde el lenguaje hasta Internet pasando por la farmacología y la ingeniería genética.
[3] H.Maturana. La realidad:¿objetiva o construida? II. Fundamentos biológicos del conocimiento.
[4] La prudencia en Aristóteles. Pierre Aubenque.
[5] Modernidad Líquida. Zygmunt Bauman.
[6] Mundo soñado y catástrofe. La desaparición de la utopía de masas en el Este y el Oeste. Susan Buck-Morss