Después de la guerra fría, y teniendo en cuenta la elevada temperatura de nuestra actual situación internacional, podemos declarar que, el siglo XXI, ya ha empezado en guerra.
Tibia, sí, pero Global y sobre todo en guerra.
La prueba empírica es que EE.UU. ha engendrado delante de nuestras narices los mecanismos necesarios para dar vida a esos monstruos instrumentales encargados de destruir todo el derecho internacional, y por consiguiente, la legitimidad de nuestros Estados de Derecho. Guantánamo fue el nombre de ese primer monstruo, y fue el manifiesto simbólico que los neoconservadores lanzaron al mundo para advertir a todos los ciudadanos globales que sus Estados ya no podían garantizar los mínimos derechos humanos. Las advertencias, así como la temperatura de nuestro Planeta** (por mucho que se despreocupe el propagandista neoliberal catalán Xavier Sala i Martín), no dejan de aumentar, y lo están haciendo de forma acelerada.
También ahora, los móviles e Internet, han hecho posible que los soldados, organizados como un colectivo cualquiera, hayan colaborado con la prensa internacional y hayan mostrado impúdicamente en público los métodos pornográficos utilizados por los Bush, Cheney, Wolfowitz, Rice, Rumsfeld y un largo etc... demasiado extenso para una breve y honrada opinión.
El tiempo, que no sabe de Historia, ha hecho coincidir el día de la aprobación de la primera Constitución europea con la noticia de que en nuestro mundo han aparecido trece agujeros negros en los que la administración Bush hunde a los ciudadanos-peones que se atreven a molestarles en sus caprichosas jugadas. En Irak, en Afganistán, en Jordania y en Pakistán, en la Isla Británica Diego García e incluso en un par de barcos estadounidenses, allí donde no existe la palabra "ley", puede acabar cualquier persona que, como nosotros, se interponga entre la fe y la razón. Estamos desamparados frente a estados anoréxicos, en quiebra desde que perdieron el poder sobre sus economías, y humillados ahora que están perdiendo sus derechos. Ya nadie puede exigirle al Estado que le garantice los mínimos derechos humanos. Abu Ghraib ha implosionado y ha extendiendo su vallas y sus métodos a todos los rincones de la intimidad humana. Marx decía que los métodos lo son todo. Supongo que con exclamar:"¡No hay derecho!" no solucionamos nada.
Las bombas ya han caído sobre el Occidente gobernado por unos golpistas norteamericanos. Y que lo dicho no se confunda con la dichosa excusa que nos han obligado a pedir a lo europeos, cada vez que criticamos al tandem Bush-Cheney, y que repetiremos hasta lo necesario cuando decimos que no somos antiamericanos. Eso seria como llamarnos racistas!
Llegados a éste punto, que no es poco, sabemos que la guerra continuará hasta que acaben con el nuevo enemigo público, el terrorismo. Pero también sabemos que el terrorista puede ser nuestro vecino. Y eso nos asusta. Las políticas del terror siempre jugaron con el miedo. Lo peor es que con la misma lógica, el terrorista también podemos ser nosotros. Sólo es necesario que lo decida un consejo militar en EE.UU.
Así parece que están las cosas en nuestro gastado mundo global a principios del siglo XXI. Las mismas sensaciones que experimentaron otros europeos como Huxley, Brecht o Benjamin, en los albores de la II Guerra Mundial, y que nos dejaron escritas en los libros que ya no leemos.
Para acabar, una anécdota. La semana pasada quise visitar en Barcelona una excelente exposición que se está celebrando en el Centro de Cultura Contemporánea:"¡En Guerra!". No me dejaron pasar. En la puerta miles de jóvenes (y no tan jóvenes) desfilaban con unas pulseras naranjas en sus muñecas. Curiosamente todos anhelaban entrar en el Sónar (Festival de música avanzada ¿?). La exposición había sido suspendida y todo quedó ensordecido. Todo, incluso el grito de: "¡en guerra!".
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** Lease el artículo de opinión publicado en EL PAÍS el día 20 de junio de 2004 de James Lovelock.Científico independiente creador de la hiopótesis Gaia. Lealo también el Sr. X.S.M.